Un jarrón con flores vivas en la repisa de una ventana, así empieza la segunda película de Mike Mills. Y eso es lo que cuenta a lo largo de las casi dos horas que dura: hay que estar vivo y disfrutar de cada minuto que pasamos hasta que nuestro corazón se pare.

Explora, bajo una premisa autobiográfica, la relación entre padres e hijos y el legado que los primeros dejan, haciendo huella, para bien o para mal.
La historia que desencadena la película es dura , y con actores como Christopher Plummer es más fácil ser genial y no caer en clichés.

Mike Mills es un cineasta visual, cuenta en imágenes cualquier tipo de sensación, sentimiento o momento hermoso. Así utiliza flashbacks llenos de originalidad para explicar el caracter reservado de Ewan Mcgregor mientras dibuja su propio mundo interior con rotuladores.

Somos lo que nuestras circunstacias nos hacen ser, lo que observamos desde pequeños, lo que nos proyectan las personas de las que nos rodeamos. Y tenemos que arriesgar, ser honestos con nosotros mismos y no censurarnos. De eso nos habla Mike Mills, de no saber cómo empezar pero querer empezar y no tener miedo, ni huir antes de querer abandonar.

La química entre los tres protagonistas es estupenda, encajan a la perfección.

PATERSON

Jim Jarmush, ese director cuyas películas recrean un universo que conocemos, nos identificamos (aunque no del todo) porque echamos una leve carcajada cuando el personaje es tan iluso como nosotros y por que, al menos yo, disfrutamos con las localizaciones donde rueda.

Me gustó Paterson, y no sé porqué. Tuve que leer un artículo donde explican el significado de la pelicula (lo dejaré en el apartado del espoiler por si acaso alguien quiere curiosear). O sí sé porqué, tuve la sensación de querer quedarme allí, Paterson es una ciudad hogar, dan ganas de levantarte todos los días de la semana y recorrerla en bus, sentarte enfrente de su rio y tomarte una cerveza en el único bar abierto de madrugada. Cada día.

La importancia de las pequeñas cosas, y de ser feliz haciendo cupcakes o escribiendo es una gozada descubrirlas porque la perspectiva de la vida que Paterson tiene es, de lejos, la mejor que he visto en mucho tiempo. Mero observador a veces, participando en una conversación solamente para decir las palabras que la otra persona necesita, y viviendo sin hacerse preguntas, queriendo a su mujer y dejando que le conozcamos gracias a lo que escribe en su cuaderno, cada día, a la misma hora, en los mismos sitios.

Paterson sabe quién es y queda poca en este mundo ya que sepan eso. A veces solo hay que detenerse unos segundos más en lo que está delante de ti, aunque sea una caja de cerillas, y saber apreciarlo. Porque tu vida la eliges, la cambias y la disfrutas solamente si eres consciente de ella.

Las vírgenes suicidas es una de las óperas primas que más me ha gustado, con Lost in Translation disfruté y me sedujo la forma en que Sofia Coppola cuenta una historia, ese toque de autor que ella tiene con planos largos, fotografía exquisita, diálogos con silencios dónde la cámara se recrea.

Incluso la arriesgada Marie Antoinette (un capricho que papá Coppola satisfizo) me gustó: pese a un guión irregular, destacaba la puesta en escena y la fotografía;logrando empatizar con la protagonista y su sentimiento de soledad pese a estar rodeada de gente, lujos, y tartas y peinados imposibles.

Y hasta aquí. Porque iba predispuesta a ver Somewhere con unas ganas tremendas, porque tenía unas expectativas altas por sus anteriores trabajos. Pero mi cabreo a medida que avanzaba la película iba aumentando. Porque no me ha sabido a nada, porque no me ha transmitido nada, porque son sólo imágenes solapadas, secuencias vacías, sólo dos momentos puntuales (gracias a la increíble Elle Fanning) hicieron que no tuviese la sensación de no haber perdido 90 minutos viendo esta película.

Quizá es una película para re descubrir en una segunda proyección, no lo sé. Quizá no he sabido interpretar lo que la directora ha querido contar, pero 24 horas en la vida de una estrella de cine, sin pausa, es soporífera.

La hija de Stephen Dorff es el detonante de la película,la que hace que la película en sí tenga algo de sentido (aunque es un sinsentido en sí misma) llegando a un clímax casi tan enorme como el de Lost in translation, y eso es así.

Recomiendo esta película solamente a aquellos que siguen el cine de Sofia Coppola, porque sigue habiendo (pequeños) momentos de su cine tan personal dónde sólo ella sabe dónde colocar la cámara para contarlos.

Hace tiempo que sigo a Zooey Deschanel, es cierto que siempre hay una sensación de deja vu cuando aparece en una película, pero el personaje de niñata raruna y encantadora, la verdad es que lo borda.

Flakes es una película que no pretende ser buena, pero lo consigue. Con personajes que encajan dentro de esa tienda de cereales cada cual más excéntrico - amén del tipo que siempre está en la tienda de cereales-.
El argumento es ya conocido: chico inmaduro con novia pepito grillo que no se encuentra así mismo y tiene a la música como palanca de freno. La originalidad es el espacio en el que sudece todo: una tienda de cereales cual tienda de alquiler de películas dónde tú eliges el ingrediente añadido a tus corn flakes. Christopher Lloyd es el dueño del negocio, que se ve amenazado por un niñato que ha decidido hacerle la competencia justo en frente con idéntico negocio.

La relación entre Aaron Stanford y Zooey Deschanel, tierna y visceral, mantiene el ritmo con diálogos llenos de chispa cada vez que comparten escena.

Los secundarios no desentonan reforzando el vínculo de los protagonistas en un guión bien escrito, con una puesta en escena muy indie (el director casi únicamente se apoya en las dos tiendas de cereales para desarrollar la acción), con una estética a veces rayando lo kitch (algunos modelitos de la Deschanel tienen delito).

Me ha dejado muy buen sabor de boca, es una comedia fresca, huele a limpio, original, no me recuerda a otras películas. Hoy en día, contar lo mismo desde una perspectiva diferente, es un logro.

La infidelidad es un tema muy subjetivo, cada uno considera infidelidad a según qué actos, consecuencias o pensamientos.

Intenta explorar el significado de hasta dónde podemos llegar en un momento de debilidad cuando una crisis de pareja irrumpe en nuestras vidas. El punto de vista claramente femenino en el guión creo que es uno de los fallos de la película, que también falla en la forma de contar una historia: la de Mendes y Worthington. A la paralela de Knightley y Canet no le falla nada: ni química, ni intenciones.

La película funciona por estos dos actores, cada plano que comparten está justificando esa noche del título.
Encuadrar la historia en un marco sofisticado, con una fotografía fría es otro acierto, le da un toque superficial contrapuesto al tema central de la infidelidad.

El montaje es algo caótico, y la música de clint Mansell siempre ayuda.