¿Sabéis esas obras que requieren más esfuerzo y paciencia por parte del espectador que la recompensa que uno va a recibir a cambio? Eso es lo que me ha parecido la tercera temporada de Twin Peaks.

Me encanta Lynch. Lost Highway y Blue Velvet están entre mis películas favoritas, y Twin Peaks es sin duda mi serie favorita. Lo que ha ocurrido en este nueva temporada para mí es evidente: el universo de Lynch ha absorbido totalmente Twin Peaks, perdiendo el equilibrio que hacía tan especial a la serie.

¿Qué equilibrio? El que encontrábamos en los contrastes surrealismo-realidad en la serie original. En una película de dos horas quizás no necesitamos tanto conectar con los personajes y las situaciones, y puede ser mucho más disfrutable dejarse llevar por el juego de la distorsión espacio-tiempo, las realidades paralelas, los doppelgängers y todos los elementos recurrentes en la filmografía de Lynch.

En una serie de cerca de 18 horas, seguir una trama codificada a conciencia, distorsionada y que da lugar a mil y una teorías requiere paciencia, y para mí la fórmula necesaria es tan evidente como difícil de conseguir: dame motivos para disfrutar el viaje.

El viaje de 18 horas es en ocasiones divertido, sorprendente, aterrador. El problema, sin embargo, es que en gran medida el viaje es frío, inconexo y poco cautivador: parece más bien un puzzle caótica e intencionadamente desordenado al que no solo le faltan piezas, sino que además parece que han roto muchas de ellas.

Todo lo que transmitía la Twin Peaks original, la fuerza de sus imágenes, de sus personajes, de sus situaciones, está totalmente diluido en esta tercera temporada.

Y claro que puedo disfrutar leyendo teorías sobre esta tercera temporada, y ver cómo encajan y le dan sentido, pero eso no cambia una diferencia primordial con la serie original: no necesitaba entenderlo todo para amarla.

No tengo palabras para describir lo pretenciosa, aburrida e infantil que es.

En las 2 horas de película podemos ver un anuncio de perfume, aderezado con unas cuantas cucharadas de metáforas sobadísimas, simbología barata y un poco de gore por eso de poder publicitar la película como "arriesgada y polémica".

Eso sí, hay que reconocerle también los méritos: ningún director sabe tan bien grabar a un ser vivo y hacer que parezca muerto y vacío en todos los diálogos sin necesidad de maquillaje ni FX.

Gracias, Winding Refn. Para la próxima mejor me echo una siesta.

Tiene una factura técnica impecable y un ritmo ágil y adictivo, pero siendo una serie precisamente de personajes sorprende la poca profundidad de todos ellos, al servicio de una trama superficial, facilona y llena de clichés.

No hay un drama real; los elementos están ahí pero no se exploran: la adicción a las pastillas de la protagonista y su alcoholismo no son nada creíbles y solo aparecen cuando la trama lo necesita, así como el gran elenco de secundarios que aparecen y desaparecen de forma totalmente forzada y simplista para hacer avanzar la trama. Al principio uno tiene paciencia pensando que los secundarios aportarán algo más, pero después de varios capítulos queda patente que no son más que un recurso narrativo fácil y que no tienen nada que decir. Lamentablemente, ni Harmon escapa de esta fría superficialidad en la que lo único que importa es el resultado del siguiente torneo de ajedrez y nada más.

Recomendable por ser extremadamente entretenida, pero no hay que buscarle mucho más.

Cosas que dan miedo de este "documental" de Friedkin:
- Lo cutre que es
- Señoras que están poseídas por el demonio porque gritan mucho, ponen muecas y tienen un filtro de voz digno de aplicación cutre de móvil
- Que se haga largo durando sólo una hora
- Basar afirmaciones en fuentes que no especifican ("500000 italianos van a ver a un exorcista cada año". Claro, claro.)
- Dejar pasar la oportunidad de hacer un análisis más profundo y serio de superstición/religión vs enfermedades y desordenes mentales

En fin, supercasposo.

La misma historia mil veces contada, pero irritante, desganada y sin ninguna una intención clara de lo que pretende.

Mezcla géneros, lo que de entrada para mí debería ser positivo: el problema es que fracasa estrepitosamente en cada uno de ellos. Sustos que no asustan, chistes sin gracia, drama poco creíble, tensión inexistente y un ritmo tedioso que hace que desees que acabe cuanto antes la tortura que es ver esta película. Al principio estás atento y curioso esperando algo original que nunca llega. Cuando se intenta poner creativa también es un desastre por cutre y poco inspirada.

Mención especial a la música, que al principio le da un toque interesante y diferenciador a la película pero progresivamente se va volviendo más inapropiada, cargante y ridícula. Una lástima.

Guinda final: cuando todo parece acabar rematan con una escena final absurdamente lenta e innecesaria. Como toda la película, en realidad.

Lo único interesante de la película: el póster. ¿Lo has visto ya? Pues no hay más que ver, ahórrate la película.