Dos zagalas están de vacaciones a todo tren en Méjico cuando una de ellas empieza a contar sus desengaños amorosos y a llorar fuerte. Su amiga, que lee la Super Pop todas las semanas decide que lo mejor para calmarla es emborracharla a tope y, por qué no, irse a ver tiburones con dos tíos que acaban de conocer, por lo visto es lo último de lo útimo en tratamientos contra la depresión. Podrás pensar "Bueno, a lo mejor se apuntan tan rápido al buceo porque ya tienen una experiencia previa", pues me parece que no, porque les tienen que explicar como funciona todo el minuto antes de meterlas al agua, lo que se dice un curso de prevención de riesgos modo extremo.

La torpeza de las chicas nada más entrar en la jaula y algunas de sus actitudes (más en el spoiler) será algo que se vaya repitiendo periódicamente, no esperes gente coordinando como si esto fuera jauja.

Visualmente está muy bien, las pelis de tibus han dado un pequeño salto de forma que más o menos todo el mundo puede hacer efectos muy buenos, sharknados a parte. Además consigue buenos momentos de angustia, que es lo más importante en este tipo de películas.

P.D. Espero ver a los mejicanos en algún slasher, qué manera de atraer a la víctima hasta la trampa, qué naturalidad.

En este mundo en el que ya todos, o casi todos, logran buenos efectos y maquillaje zombi y sobresaturado de historias malas o manidas hasta la náusea de vez en cuando surgen pequeños halos de esperanza.

La historia comienza con Melanie y otros niños de aspecto peculiar dando clase en un extraño búnker. No contaré mucho más porque su gran virtud es que hace al espectador preguntarse continuamente qué está pasando durante al menos la mitad del metraje a pesar de que estemos en un terreno a priori conocido, tiene mucho mérito que una peli de zombis haya una pregunta que supere al clásico y simple “¿Cómo comenzó la plaga?”.

Aunque la historia se deshincha un poco durante su segunda mitad, apetece saber un poco más sobre ese mundo, se siguen desgranando detalles muy interesantes y ampliando su imaginarium propio. Además llega a sorprender en bastantes puntos, posee unas actuaciones convincentes, muy especialmente la de la niña (Sennia Nanua), que hacen sentir la angustia y urgencia de los personajes.

Como no todo el monte es orégano, hay que añadir que la película cojea un poco de terror, sólo unas pequeñas píldoras diseminadas a lo largo de la trama, aunque bastante bien compensado a base de suspense y una fotografía muy digna a la hora de mostrar un posible mundo postapocalíptico.

En definitiva, una buena película para cualquier espectador pero que el amante del género va a disfrutar enormemente.

Debido al calentamiento global los casquetes polares se han derretido, el tremendo aumento del nivel del mar obliga a los hombres a sobrevivir en plataformas flotantes y a desplazarse en barcas, bienvenidos a Waterworld, digo... al Planeta de los tiburones. El método para crear estas películas sigue siendo el mismo, en dos bombos se meten papelitos con palabras y se sacan para obtener el conepto, en el primero sólo está la palabra tiburón, en el segundo cualquier cosa que se les ocurra: hielo, planeta, dunas o gazpacho andaluz, todo vale.

El esquema es similar al de bodrios de la familia, muerte al principio para que nos sobrecojamos (o riamos), presentación de personajes que se dan cuenta del problema y ya está, a trazar el plan más absurdo que se les ocurra para vencer a los tiburones, por qué están ahí no es importante. Los CGIs de planos aéreos siguen siendo dignos del Age of Empires I, pero cuidado con el de los tibus porque, siendo cutres, hay cierta mejora con respecto a producciones anteriores. Además los actores, siendo de liga de patio de colegio, no lo hacen tan mal, en alguno se intuye hasta cierto esfuerzo, y no las caras de besugo y tonos planos habituales.

La trama avanza entre conceptos científicos cogidísimos por los pelos, explosiones de chichinabo, cromas poco disimulados y música garbancera de tensión continua, además, a pesar de querer transmitir la idea de un planeta cubierto por cientos de metros de agua, muchas veces se nota que están a diez pasos de la playa. Por supuesto, los tiburones vuelven a rugir, algo que se está convirtiendo en un cliché en este bello subgénero.

En fin, otra producción salchichera para amantes de lo cutre muy disfrutable en compañía, y que no necesita precisamente del intelecto del espectador. ¡Algún día detendrán a los guionistas por esclavizar niños para que les escriban semejantes pastiches!

Un pueblo casi desolado, un hombre en busca de venganza y un sheriff qué puede ser bueno o no. Tres simples ingredientes con los que se puede construir un buen western. Si además se apoyan en actuaciones sinceras y creíbles obtendremos un producto muy digno. "In a valley of violence" cabalga sobre las grupas de Ethan Hawke y John Travolta que aguantan el peso dramático de la cinta con sendas brillantes actuaciones. El resto del reparto no brilla tanto, quizá destaque algo Taissa Farmiga que desarrolla un papel bastante convincente que si no llega a la redondez es por alguna inconsistencia de guión a la hora de definir el personaje.

La trama no es muy novedosa, de hecho el primer contacto que tiene el Paul (Ethan Hawke) con los hombres del sheriff (John Travolta) resulta muy tonto y gratuíto, aún así es el desencadenante de la historia. A partir de ahí la narración mejora bastante y toma un cariz más serio. Resulta muy simpático como el alivio cómico, no muy habiual en el western, viene de la mano del perro de Paul y su relación con él y algún punto de humor negro bastante bien metido. Además es destacable la evolución que tienen los personajes principales en direcciones opuestas dándole bastante riqueza a la película.

Algunos recursos del director resultan un poco absurdos, llama la atención especialmente el uso de focos en cierta escena de noche pero en general la dirección resulta bastante correcta, sin alardes y acompañada de una fotografía a la altura. Una demostración de como hacer un western con lo mínimo y obtener un más que aceptable resultado.

Normalmente el proceso para realizar estas tiburonáceas obras consiste en hacer girar dos bombos repletos de papelitos con los conceptos en los que se basará la película, en el primero sólo se encuentra la palabra tiburón, en el segundo cualquier cosa que se te ocurra. Han sido muchos años de tradición respetando este proceso, lo que nos ha permitido disfrutar de mogollón de truños de lo más disparatados: tiburones de hielo, de la arena, de fuego, de las lentejas a la riojana… Sin embargo, esta vez Mark Atkins ha querido innovar. La película sigue la estela que el mismo dejó en “El planeta de los tiburones”, es decir, el mundo de “Waterworld” pero infestado de nuestros escualos favoritos.

Nuestra aventura comienza cuando el “señor de la guerra”, un malo maloso que controla a los tiburones rapta a una chica cualquiera, en clara alusión a “Centauros del desierto” (me gusta imaginar que el director tiene referentes muy grandes). Por supuesto, esto causa indignación en la comunidad local. Y ya está, en apenas unos minutos ya tenemos a nuestros particulares cenutrios de los mares decididos a desfacer este entuerto.

Los efectos siguen siendo lo más salchicheros que se puede imaginar uno, (estoy convencido de que los planos aéreos los hacen con el Age of Empires I). Aun así hay una buena cantidad de atrezzo, algo no tan habitual, por supuesto, comprado con las vueltas del pan y diseñado con los consejos de Art Attack. En cuanto a la labor actoral se ve una clara mejora respecto a jolgorios tiburonáceos anteriores, veo auténtica pasión en esas actuaciones que aprobaría el mismísimo Fernando Esteso, el método Stanislavski ha llegado a Asylum.

La historia no llega a ser aburrida del todo, como siempre, se recomienda ingerir estos truño en un estado alterado de consciencia al menos tan grande como el de Mark el día que escribió el guión, si además lo haces acompañado para podrás sacar el máximo partido a esta maravilla de la cutrez.