Ghosts... of the Civil Dead (1988)

Debut en largo de John Hillcoat (The Road, The Proposition) y, asimismo, inicio de su particular sociedad con el universo de Nick Cave. Junto con varios Bad Seeds, tanto en el apartado musical como también en el guión, nos ofrece una oscurísima película de prisiones que ejerce la reflexión sobre el fenómeno de la reclusión y la relación de poder entre guardas e internos. El escenario de conflicto es una destartalada cárcel en la que se produce una lenta pero progresiva escalada de incidentes incontrolados, fruto cosechado de la mala distribución de los presos y de la siempre cuestionable configuración del sistema penitenciario. La película muestra la tensión y el precipicio alimentado cuando a unas bestias humanas se las pone al límite, a base de humillaciones, despersonalización y privación de lo esencial como herramientas de modificación del comportamiento criminal, lo cual resulta aún más aberrante cuando el ecosistema carcelario representa la propia delincuencia, carceleros incluidos. Caos, violencia y sordidez, con una primera parte algo titubeante y deficiente en el planteamiento de las intenciones frente al espectador pero que esconde un despunte y concluye una con un interesante toque punk, a la par que nos deja unas crudas cavilaciones sobre la cárcel en lar carnes de los protagonistas de un lado y otro de las rejas.

Proyecto conjunto de John Hillcoat, director de videoclips de Depeche Mode entre otros grupos, y el siniestro Nick Cave, uno de los grandes exponentes del rock gótico estadounidense junto con su banda, los “Bad Seeds”, de los cuales alguno campa también por las celdas de “Ghosts… of the Civil Dead”.

La presencia de Nick Cave llena toda la película. No sólo influye su pequeño papel de recluso trastornado, sino que también se traslada al guion y la ambientación musical. La historia que nos narran Hillcoat y Cave se basa en un episodio real, del que la película recoge la base y lo adorna con una cargada atmósfera y tenebrosos personajes. Los reclusos son castigados duramente por los funcionarios, provocando que el problema inicial se agrave y haciendo que la cinta avance in crescendo con la violencia y la locura.

El tétrico diseño de producción nos muestra una cárcel como un pozo, en la que apenas entra luz, con unas celdas como tumbas en las que claman sus miserias los presos como si estuvieran emparedados, a veces gritando, a veces en silencio. La sensación de huida del tiempo real, de la pérdida de la consciencia individual tanto de los presos como de unos funcionarios igualmente recluidos, es reflejada de manera aterradora en palabras y en actos.

Sórdida y veraz, como todo lo que toca Nick Cave.