Media votos
5,2
Votos
4.135
Críticas
63
Listas
44
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Tylercito:
10
5,0
74
Drama
Paul, un famoso escritor en sus treinta, deja el hospital militar donde ha sido tratado de varias heridas de guerra, que le han dejado impotente. Su condición hace que busque una nueva vida en el campo, donde conoce a Eva, la nieta de uno de los granjeros del lugar. La niña de doce años le ayuda a aceptar su condición física, pues la inocencia de la adolescencia no pide nada que él no pueda dar. (FILMAFFINITY)
10 de junio de 2010
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Domenico Cattarinich fue (es) un famoso fotógrafo que ha trabajado con directores de la talla de Visconti, Fellini, Pasolini, Bertolucci o Almodóvar. Su única incursión en la dirección dio como resultado esta película, fruto de un guión suyo.
Ok. Imaginemos ahora que somos alguien creativo, y que nos van a dar la oportunidad de hacer una sola película en nuestra vida (por la cual seremos recordados). Imaginemos que podemos forjarla a partir de un guión de nuestro puño y letra, el que queramos. E imaginemos por un momento que, puestas las cartas sobre la mesa, decidiéramos llevar a la pantalla la historia de un artista impotente que se pasa la hora y media de película babeando por una niña de doce años a la que le encantaría penetrar.
Finalmente, imaginemos qué tipo de persona seríamos.
...
En mi blog La bobina de Pandora recojo los kilómetros y kilómetros de celuloide esparcido por el mundo que rozan cualquier extremo: miradas voyeur, gore, pornografía, terrorismo, mierda, bestialismo, la imagen vampírica, lo políticamente incorrecto, la serie Z, las obras maestras del cine, etcétera... ¡ah!, y los artistas (en plural, pues hay muchos) que juegan con niños.
Por tanto, actúo desde el conocimiento al aplaudir la honestidad* de Mimmo a la hora de plantear su perversión fílmica (de ahí mi nota).
Creo que películas como estas serían impensables en la época actual. Una época donde el terrorismo y, en menor medida, la pederastia, son los dos grandes tabúes. Y se han erigido como tales, creo, por su resistencia a ser absorbidos por una sociedad acostumbrada a tragárselo todo. Se puede absorber a un hombre que come mierda y se hace fotos con ella, convirtiéndolo en algún tipo de icono underground con su propia galería de vitrinas repletas de materia fecal: ya se ha hecho antes. Pero jamás podrá absorberse a alguien que toca a los niños o se pone un cinturón de explosivos con idea de detonarlo dentro de un centro comercial.
Aunque bueno... los primeros siempre tienen la opción de atarse las manos y refugiarse en algún tipo de arte con fines masturbatorios.
Y en esas estamos.
PD: no puedo comprender por qué La pequeña (y similares) son tan conocidas en ciertos círculos mientras que Historia de Eva pasa totalmente desapercibida. Personalmente, la película de Mimmo me ha parecido lo más cercano a lo intolerable que he visto jamás (de ahí mi nota).
Ok. Imaginemos ahora que somos alguien creativo, y que nos van a dar la oportunidad de hacer una sola película en nuestra vida (por la cual seremos recordados). Imaginemos que podemos forjarla a partir de un guión de nuestro puño y letra, el que queramos. E imaginemos por un momento que, puestas las cartas sobre la mesa, decidiéramos llevar a la pantalla la historia de un artista impotente que se pasa la hora y media de película babeando por una niña de doce años a la que le encantaría penetrar.
Finalmente, imaginemos qué tipo de persona seríamos.
...
En mi blog La bobina de Pandora recojo los kilómetros y kilómetros de celuloide esparcido por el mundo que rozan cualquier extremo: miradas voyeur, gore, pornografía, terrorismo, mierda, bestialismo, la imagen vampírica, lo políticamente incorrecto, la serie Z, las obras maestras del cine, etcétera... ¡ah!, y los artistas (en plural, pues hay muchos) que juegan con niños.
Por tanto, actúo desde el conocimiento al aplaudir la honestidad* de Mimmo a la hora de plantear su perversión fílmica (de ahí mi nota).
Creo que películas como estas serían impensables en la época actual. Una época donde el terrorismo y, en menor medida, la pederastia, son los dos grandes tabúes. Y se han erigido como tales, creo, por su resistencia a ser absorbidos por una sociedad acostumbrada a tragárselo todo. Se puede absorber a un hombre que come mierda y se hace fotos con ella, convirtiéndolo en algún tipo de icono underground con su propia galería de vitrinas repletas de materia fecal: ya se ha hecho antes. Pero jamás podrá absorberse a alguien que toca a los niños o se pone un cinturón de explosivos con idea de detonarlo dentro de un centro comercial.
Aunque bueno... los primeros siempre tienen la opción de atarse las manos y refugiarse en algún tipo de arte con fines masturbatorios.
Y en esas estamos.
PD: no puedo comprender por qué La pequeña (y similares) son tan conocidas en ciertos círculos mientras que Historia de Eva pasa totalmente desapercibida. Personalmente, la película de Mimmo me ha parecido lo más cercano a lo intolerable que he visto jamás (de ahí mi nota).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
*Al tratar este tema, la hipocresía es vergonzosa en la mayoría de las ocasiones:
tenemos a David Hamilton, un tipo que tras manchar con vaselina el objetivo de su cámara se creyó un magnífico fotógrafo con derecho a despojar de su ropa a la primera Lolita que se cruzase por su camino (y también hizo cine el tío -y tampoco se cortó un pelo-). Y dentro de este gremio, encontramos a Jock Sturges o a Carroll (de Alicia, por lo visto, lo que menos le importaba era su país de las maravillas), o a algún otro figura como el que pilló a Brooke Shields en el descanso de la escena de la bañera de La pequeña... ¡ay, Louis Malle! Otro que con la excusa de retratar la fragilidad de la inocencia se quedó bien ancho. Y si eres mujer, tienes el camino totalmente abierto para hacer lo que desees, como el Innocence de Lucile Hadzihalilovic (mujer de Gaspar Noé, otro que se las trae) o un bailecito con niño travestido como el que firmó Asia Argento en su mentiroso corazón. Nadie olvida tampoco a Natalie Portman, musa de muchos desde León, o a Gainsbourg jugueteando con su mini-Gainsbourg en Charlotte For Ever (pero, claro, como eran padre e hija...). Luego dicen que no, que no es por morbo, sino sólo un intento de reflejar algo que está ahí. Pero luego te fijas y ves que, casualmente, siempre se refleja desde el lado del tocado que se quita la ropa; jamás del tocador (excepto rarezas como El leñador). Y que Hollywood no se eche las manos a la cabeza, porque últimamente he visto a una tal Chloe Moretz vestida de colegiala cachonda con pistolón y todo en la mano...
De ahí podríamos pasar, por ejemplo, a las niñitas ninfómanas de alguna novela novel de Henry Miller o, directamente, a la Lolita de Nabokov (sin olvidar sus curiosas adaptaciones cinematográficas), o a hablar de Balthus o de esos programas televisivos donde a niñas cantantes de doce a dieciséis años se les pone escotazo, "pero oigan, que lo hacemos porque la chica canta muy bien, no se crean"...
Resumo por falta de espacio: Mentiras, mentiras y más mentiras.
Mimmo es más sincero. Piensa: soy un guarrete y voy a hacer una película sobre un guarrete repleta de guarradas con idea de que la vean y la disfruten espectadores guarros.
(sin embargo, no crean que esto es Sodoma y Gomorra; el final de Piccole labbra -¡Mimmo fue un cachondo hasta a la hora de dar título a la película!- deja un mensaje más conservador de lo que podría parecer en un primer momento: el espectador, identificado con el impotente que, aunque quiera o desee NO PUEDE mancillar a la niña bajo ningún concepto (no es cuestionable esa posibilidad en la película), sufre con él al surgir el conflicto entre lo que sale de sus tripas y lo que no puede hacer, un conflicto que sólo termina con la muerte (=matando todo deseo). Oséase: ¿te gustan? Pues sufre, intenta olvidarlo o mira de reojo sin acercarte, porque no puedes).
tenemos a David Hamilton, un tipo que tras manchar con vaselina el objetivo de su cámara se creyó un magnífico fotógrafo con derecho a despojar de su ropa a la primera Lolita que se cruzase por su camino (y también hizo cine el tío -y tampoco se cortó un pelo-). Y dentro de este gremio, encontramos a Jock Sturges o a Carroll (de Alicia, por lo visto, lo que menos le importaba era su país de las maravillas), o a algún otro figura como el que pilló a Brooke Shields en el descanso de la escena de la bañera de La pequeña... ¡ay, Louis Malle! Otro que con la excusa de retratar la fragilidad de la inocencia se quedó bien ancho. Y si eres mujer, tienes el camino totalmente abierto para hacer lo que desees, como el Innocence de Lucile Hadzihalilovic (mujer de Gaspar Noé, otro que se las trae) o un bailecito con niño travestido como el que firmó Asia Argento en su mentiroso corazón. Nadie olvida tampoco a Natalie Portman, musa de muchos desde León, o a Gainsbourg jugueteando con su mini-Gainsbourg en Charlotte For Ever (pero, claro, como eran padre e hija...). Luego dicen que no, que no es por morbo, sino sólo un intento de reflejar algo que está ahí. Pero luego te fijas y ves que, casualmente, siempre se refleja desde el lado del tocado que se quita la ropa; jamás del tocador (excepto rarezas como El leñador). Y que Hollywood no se eche las manos a la cabeza, porque últimamente he visto a una tal Chloe Moretz vestida de colegiala cachonda con pistolón y todo en la mano...
De ahí podríamos pasar, por ejemplo, a las niñitas ninfómanas de alguna novela novel de Henry Miller o, directamente, a la Lolita de Nabokov (sin olvidar sus curiosas adaptaciones cinematográficas), o a hablar de Balthus o de esos programas televisivos donde a niñas cantantes de doce a dieciséis años se les pone escotazo, "pero oigan, que lo hacemos porque la chica canta muy bien, no se crean"...
Resumo por falta de espacio: Mentiras, mentiras y más mentiras.
Mimmo es más sincero. Piensa: soy un guarrete y voy a hacer una película sobre un guarrete repleta de guarradas con idea de que la vean y la disfruten espectadores guarros.
(sin embargo, no crean que esto es Sodoma y Gomorra; el final de Piccole labbra -¡Mimmo fue un cachondo hasta a la hora de dar título a la película!- deja un mensaje más conservador de lo que podría parecer en un primer momento: el espectador, identificado con el impotente que, aunque quiera o desee NO PUEDE mancillar a la niña bajo ningún concepto (no es cuestionable esa posibilidad en la película), sufre con él al surgir el conflicto entre lo que sale de sus tripas y lo que no puede hacer, un conflicto que sólo termina con la muerte (=matando todo deseo). Oséase: ¿te gustan? Pues sufre, intenta olvidarlo o mira de reojo sin acercarte, porque no puedes).