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9
6,6
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Drama
En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2016
129 de 152 usuarios han encontrado esta crítica útil
"(...) ¿Qué son cien millones de muertos? Cuando se ha hecho la guerra apenas sabe ya nadie lo que es un muerto. Y además un hombre muerto solamente tiene peso cuando lo ha visto uno muerto; cien millones de cadáveres, sembrados a través de la historia, no son más que humo en la imaginación."
Para el hombre actual y el venidero, el Holocausto es y será un hecho terrorífico, que le ha pasado a otros. Un horror pretérito y nubloso, prestado por los que sí lo vivieron. Podemos escudriñar aquella lejana infamia, confeccionándola en las imprecisas manos de nuestra imaginación; podemos horrorizarnos, y deshacerlo todo cuando nos asustemos demasiado.
La cámara de Nemes, al empezar la película, está suspendida en ese 'humo en la imaginación' del que hablaba Camus. Entonces, extrae una unidad de la vasta cifra anónima: esta cifra se llama Saúl. La cámara le enfoca y, de pronto, se vuelve nítida en su ajado rostro.
...
Físico
'Si esto es un hombre', la crónica de los campos de exterminio de Primo Levi, es un texto de tintes ensayísticos. El documental 'Shoah' es palabra testimonial. 'La lista de Schindler', academicismo. László Nemes propone la experiencia física. El estilo es cercano al de los Dardenne, pero el escenario es el de la pesadilla de 'Idi i smotri'. El director húngaro consigue algo similar a que el espectador camine en el infierno. Saúl no mira, pero todo está ahí; el abismo de los márgenes de la cámara está poblado de cadáveres, y el espectador lo sabe. El escalofrío, al que acompaña una enloquecedora partitura de lamentos en segundo y tercer plano, es inenarrable.
Arquitectura
Las unidades de trabajo ('kommandos'), las relaciones de los Häftling (cruelmente numerados todos) con el Kapo, el Ka-be... El organigrama y las dependencias se intuyen, pero Nemes obliga a la desorientación del que es usado como bestia de carga. Trastabillamos por el 'Lager', absorbidos en el caos forzado y absurdo de la inflexibilidad nazi (aquí hay más mesura técnica, pero me acuerdo de la entrada al Rectum, en 'Irreversible').
Para el hombre actual y el venidero, el Holocausto es y será un hecho terrorífico, que le ha pasado a otros. Un horror pretérito y nubloso, prestado por los que sí lo vivieron. Podemos escudriñar aquella lejana infamia, confeccionándola en las imprecisas manos de nuestra imaginación; podemos horrorizarnos, y deshacerlo todo cuando nos asustemos demasiado.
La cámara de Nemes, al empezar la película, está suspendida en ese 'humo en la imaginación' del que hablaba Camus. Entonces, extrae una unidad de la vasta cifra anónima: esta cifra se llama Saúl. La cámara le enfoca y, de pronto, se vuelve nítida en su ajado rostro.
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Físico
'Si esto es un hombre', la crónica de los campos de exterminio de Primo Levi, es un texto de tintes ensayísticos. El documental 'Shoah' es palabra testimonial. 'La lista de Schindler', academicismo. László Nemes propone la experiencia física. El estilo es cercano al de los Dardenne, pero el escenario es el de la pesadilla de 'Idi i smotri'. El director húngaro consigue algo similar a que el espectador camine en el infierno. Saúl no mira, pero todo está ahí; el abismo de los márgenes de la cámara está poblado de cadáveres, y el espectador lo sabe. El escalofrío, al que acompaña una enloquecedora partitura de lamentos en segundo y tercer plano, es inenarrable.
Arquitectura
Las unidades de trabajo ('kommandos'), las relaciones de los Häftling (cruelmente numerados todos) con el Kapo, el Ka-be... El organigrama y las dependencias se intuyen, pero Nemes obliga a la desorientación del que es usado como bestia de carga. Trastabillamos por el 'Lager', absorbidos en el caos forzado y absurdo de la inflexibilidad nazi (aquí hay más mesura técnica, pero me acuerdo de la entrada al Rectum, en 'Irreversible').
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El hijo
Saúl busca un rabino para sacralizar el cuerpo inerte del que es, o no es, su hijo, o es hijo de él y de todos. Quiere dar entierro digno a muerte indigna. No le interesa la rebelión colectiva, el revanchismo: su periplo es espiritual, quizás punitivo.
Lo intenta con todas sus fuerzas, pero las aguas lo arrebatan de sus brazos. El hijo de Saúl descansará en una deriva eterna.
Los prófugos se hallan en un intranquilo descanso cuando, en el vacío, asoma otro niño. Y Saúl sonríe.
Puede decirse mucho acerca de este simbólico final. Yo he pensado lo siguiente. Saúl ha perdido todo lo que uno posee, que es la vida ya vivida y la vida posible, pero sonríe a un futuro que, en realidad, es irreductible, inexpugnable, que se alza por encima de guerras, genocidios y masacres. Morirán mil, o diez mil, pero siempre vive uno, y Saúl sonríe a ese uno que vive, a pesar de que en meses sólo ha visto morir, pese a que él mismo muera. Al estar vivos, somos parte de ese futuro vivo al que sonrió. Saúl, hombre que la ficción no puede convencernos de que no fue real, nos sonrió a todos los que estábamos en la sala.
Gracias.
Saúl busca un rabino para sacralizar el cuerpo inerte del que es, o no es, su hijo, o es hijo de él y de todos. Quiere dar entierro digno a muerte indigna. No le interesa la rebelión colectiva, el revanchismo: su periplo es espiritual, quizás punitivo.
Lo intenta con todas sus fuerzas, pero las aguas lo arrebatan de sus brazos. El hijo de Saúl descansará en una deriva eterna.
Los prófugos se hallan en un intranquilo descanso cuando, en el vacío, asoma otro niño. Y Saúl sonríe.
Puede decirse mucho acerca de este simbólico final. Yo he pensado lo siguiente. Saúl ha perdido todo lo que uno posee, que es la vida ya vivida y la vida posible, pero sonríe a un futuro que, en realidad, es irreductible, inexpugnable, que se alza por encima de guerras, genocidios y masacres. Morirán mil, o diez mil, pero siempre vive uno, y Saúl sonríe a ese uno que vive, a pesar de que en meses sólo ha visto morir, pese a que él mismo muera. Al estar vivos, somos parte de ese futuro vivo al que sonrió. Saúl, hombre que la ficción no puede convencernos de que no fue real, nos sonrió a todos los que estábamos en la sala.
Gracias.