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Voto de François Dervieux:
7
7,2
66
Serie de TV. Drama
Miniserie de TV de 4 episodios. Danny Kelly es un talentoso nadador que asiste a una prestigiosa escuela privada de Melbourne con una beca deportiva. De clase obrera, medio griego y medio escocés, tiene que hacer frente al acoso de los estudiantes privilegiados. Danny anhela ganar el oro de natación en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. El prestigioso entrenador Frank Torma decide entrenarlo, al tiempo que desarrolla una amistad con ... [+]
8 de julio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Kelly es el nombre del protagonista de Barracuda, que la gente pronuncia de seguido sabiendo que significa algo, que están nombrando a alguien importante, para el espectador y para la vida de su personaje que este chico ha venido a trastocar.
Porque Danny Kelly sabe que es importante y se piensa destinado a hacer algo importante. Esto es lo que hace de Barracuda una historia de ambición, superación, perseverancia y, lo mejor y más representativo de todo, la búsqueda desmesurada de la perfección y el triunfo de quien pretende ser el mejor a toda costa. Estas narrativas son inevitablemente atrayentes, ya giren en torno a una disciplina deportiva o artística, que siempre han conseguido atrapar al público: Whiplash, Cisne Negro, Toro Salvaje... Lo que Danny Kelly, el personaje principal de esta historia, tiene en común con los de aquellas es su asertivo sueño de llegar a lo más alto en el mundo de la natación; un sueño que pondrá por encima de todo y que pretende alcanzar dedicando el sacrificio que haga falta, llegando a rozar la obsesión y la locura que los protagonistas de estas historias siempre traen consigo.
Y tal vez sean los orígenes de Danny los que le han hecho adoptar esa meta como su motor de vida. Su familia, inmigrante, de clase media, desentona con la realidad a la que el nuevo y elitista colegio de su hijo, al que ha accedido gracias a una beca por sus dotes de nadador, les enfrenta: madres de alta alcurnia que deben recibir con buena cara a quien ha irrumpido en su mundo por esfuerzo y no por el estatus natal que ellas llevan por bandera.
La desigualdad entre clases, la familia de Danny que ve cómo su hijo se separa de sus raíces por encajar en esta nueva realidad que su ambición le ofrece, el propio enfrentamiento del protagonista con el hostil entorno de la burguesía y las apariencias, todo ello contextualizado en una Australia competitiva que ensalza y glorifica a sus deportistas exponiéndolos al mazazo del humano fracaso, hacen de Barracuda una historia completa e interesante, que atrapa y no deja indiferente.
Pero, por muchas características que Barracuda comparta con otros metrajes acerca del esfuerzo y la competición, su devastador final la desmarca del resto, y la temática oculta detrás de un personaje arrastrado por su talento, condenado por sus sentimientos, deja un mensaje que no puede pasarse por alto y sin el cual, siento decirlo, la historia no puede comprenderse en su conjunto.
(Y cabe decir que, aunque así conste en la ficha, esta no es una historia acerca de la homosexualidad, ni este tema es tratado en ningún momento, y quien vaya a ver esta película con esa idea en la cabeza se está equivocando, ya que no existe en el personaje ninguna clase de conflicto interno para con su orientación, ni recibe este discriminación por parte de nadie.)
Porque Danny Kelly sabe que es importante y se piensa destinado a hacer algo importante. Esto es lo que hace de Barracuda una historia de ambición, superación, perseverancia y, lo mejor y más representativo de todo, la búsqueda desmesurada de la perfección y el triunfo de quien pretende ser el mejor a toda costa. Estas narrativas son inevitablemente atrayentes, ya giren en torno a una disciplina deportiva o artística, que siempre han conseguido atrapar al público: Whiplash, Cisne Negro, Toro Salvaje... Lo que Danny Kelly, el personaje principal de esta historia, tiene en común con los de aquellas es su asertivo sueño de llegar a lo más alto en el mundo de la natación; un sueño que pondrá por encima de todo y que pretende alcanzar dedicando el sacrificio que haga falta, llegando a rozar la obsesión y la locura que los protagonistas de estas historias siempre traen consigo.
Y tal vez sean los orígenes de Danny los que le han hecho adoptar esa meta como su motor de vida. Su familia, inmigrante, de clase media, desentona con la realidad a la que el nuevo y elitista colegio de su hijo, al que ha accedido gracias a una beca por sus dotes de nadador, les enfrenta: madres de alta alcurnia que deben recibir con buena cara a quien ha irrumpido en su mundo por esfuerzo y no por el estatus natal que ellas llevan por bandera.
La desigualdad entre clases, la familia de Danny que ve cómo su hijo se separa de sus raíces por encajar en esta nueva realidad que su ambición le ofrece, el propio enfrentamiento del protagonista con el hostil entorno de la burguesía y las apariencias, todo ello contextualizado en una Australia competitiva que ensalza y glorifica a sus deportistas exponiéndolos al mazazo del humano fracaso, hacen de Barracuda una historia completa e interesante, que atrapa y no deja indiferente.
Pero, por muchas características que Barracuda comparta con otros metrajes acerca del esfuerzo y la competición, su devastador final la desmarca del resto, y la temática oculta detrás de un personaje arrastrado por su talento, condenado por sus sentimientos, deja un mensaje que no puede pasarse por alto y sin el cual, siento decirlo, la historia no puede comprenderse en su conjunto.
(Y cabe decir que, aunque así conste en la ficha, esta no es una historia acerca de la homosexualidad, ni este tema es tratado en ningún momento, y quien vaya a ver esta película con esa idea en la cabeza se está equivocando, ya que no existe en el personaje ninguna clase de conflicto interno para con su orientación, ni recibe este discriminación por parte de nadie.)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Barracuda cuenta la historia de Danny Kelly que en su juventud y plenitud vital tiene hambre de éxito y dedica su vida a conseguir ser el mejor en lo suyo: la natación. No obstante, aunque veamos al protagonista enemistarse con su familia, con su entrenador, o con su mejor amiga, parece que, al mismo tiempo que él, nos damos cuenta de cuál es su auténtica motivación más allá del triunfo: el amor.
La historia de Barracuda es poderosa porque detrás de esa ambición solo hay una persona que, pletórica cuando Martin, su amigo y consiguiente interés amoroso, lo apoya y va a su encuentro cuando se juega la clasificación, cuando cree que sus sentimientos son correspondidos, logra batir un récord y disfrutar de un tiempo de gloria como joven promesa. Desgraciadamente, su carrera profesional se verá mermada a la par que su situación amorosa, y es entonces cuando Danny (y nosotros) entiende que sus sentimientos han ganado frente a su ansia de victoria, y que por mucho que entrene, que esté con los preparadores más cualificados, de nada servirá si en su interior saborea la amargura del amor no correspondido.
Como espectador, todo sea dicho, es muy frustrante ver cómo Martin, quien corresponde a Danny en ocasiones, o por lo menos así se nos expone, se deja arrastrar por las apariencias que marcan su mundo, su estatus, y prefiere consagrarse a una vida marital, tras fracasar en lo profesional, por miedo, quizás, a decepcionar a su familia en todos los aspectos de su vida, a traicionar todo lo que conoce, desembocando, con su indiferencia, en un triste fin en su relación con Danny.
Más fuerza cobra aún este desenlace con la personalidad y apariencia que el actor de Danny, Elias Anton, nos presenta. Su estoicismo y rígida expresividad que solamente se quiebran en momentos puntuales, cuando su capacidad es puesta en entredicho o cuando, despechado, fracasa a las puertas del triunfo sufriendo un ataque de ansiedad en una escena brutal que, realmente, solo nos muestra a alguien rotamente enamorado, hacen creíble esta frustración de quien encierra tanto dentro.
Y esto es sin duda lo mejor de Barracuda: que es una historia de amor sin serlo. Porque este amor no es empalagoso ni dulce, es el más agrio de todos, es el que te revienta por dentro y por el que, tan extremo como el protagonista es, se pierde todo. Después: la esperanza. Cuando se ha tocado fondo, sales ahí fuera y te metes de nuevo al agua. El chico de tu nuevo trabajo te dedica una mirada y despierta en ti una idea: hay más gente ahí fuera de la que enamorarse; y te metes al agua con alguien que apenas puede moverse y le ayudas a disfrutar de otra manera de la misma agua que a ti te lo dio todo para arrebatártelo después. Tal vez no sea el éxito que Danny Kelly había imaginado pero, sin duda, sigue siendo éxito.
La historia de Barracuda es poderosa porque detrás de esa ambición solo hay una persona que, pletórica cuando Martin, su amigo y consiguiente interés amoroso, lo apoya y va a su encuentro cuando se juega la clasificación, cuando cree que sus sentimientos son correspondidos, logra batir un récord y disfrutar de un tiempo de gloria como joven promesa. Desgraciadamente, su carrera profesional se verá mermada a la par que su situación amorosa, y es entonces cuando Danny (y nosotros) entiende que sus sentimientos han ganado frente a su ansia de victoria, y que por mucho que entrene, que esté con los preparadores más cualificados, de nada servirá si en su interior saborea la amargura del amor no correspondido.
Como espectador, todo sea dicho, es muy frustrante ver cómo Martin, quien corresponde a Danny en ocasiones, o por lo menos así se nos expone, se deja arrastrar por las apariencias que marcan su mundo, su estatus, y prefiere consagrarse a una vida marital, tras fracasar en lo profesional, por miedo, quizás, a decepcionar a su familia en todos los aspectos de su vida, a traicionar todo lo que conoce, desembocando, con su indiferencia, en un triste fin en su relación con Danny.
Más fuerza cobra aún este desenlace con la personalidad y apariencia que el actor de Danny, Elias Anton, nos presenta. Su estoicismo y rígida expresividad que solamente se quiebran en momentos puntuales, cuando su capacidad es puesta en entredicho o cuando, despechado, fracasa a las puertas del triunfo sufriendo un ataque de ansiedad en una escena brutal que, realmente, solo nos muestra a alguien rotamente enamorado, hacen creíble esta frustración de quien encierra tanto dentro.
Y esto es sin duda lo mejor de Barracuda: que es una historia de amor sin serlo. Porque este amor no es empalagoso ni dulce, es el más agrio de todos, es el que te revienta por dentro y por el que, tan extremo como el protagonista es, se pierde todo. Después: la esperanza. Cuando se ha tocado fondo, sales ahí fuera y te metes de nuevo al agua. El chico de tu nuevo trabajo te dedica una mirada y despierta en ti una idea: hay más gente ahí fuera de la que enamorarse; y te metes al agua con alguien que apenas puede moverse y le ayudas a disfrutar de otra manera de la misma agua que a ti te lo dio todo para arrebatártelo después. Tal vez no sea el éxito que Danny Kelly había imaginado pero, sin duda, sigue siendo éxito.