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Voto de Chris Jiménez:
4
4,9
578
Musical. Fantástico
En esta versión pop de 'El mago de Oz', Dorothy es una joven muy tímida que trabaja en Harlem como profesora de guardería. Mientras busca a su perro Toto, que se ha perdido durante una ventisca, se ve transportada a un mundo maravilloso siguiendo un camino de baldosas amarillas. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un mundo fantástico surge de la nada en plena tormenta de nieve, un mundo de luces, colores, aventuras, brujas, magos, seres extraños y divertidos y, sobre todo, música.
Desde la pequeña Harlem neoyorkina a la imposible Oz. Dorothy se prepara para un nuevo viaje...el que esté a gusto de todos ya es otra cosa...
La legendaria novela que L. Frank Baum publicó hará ya unos 120 años ha sido llevada a todos los rincones del Planeta y traducida a innumerables idiomas; dudo que haya alguien que no conozca "El Maravilloso Mago de Oz", aunque es verdad que si hoy continúa en el imaginario colectivo es también gracias a las muchas y famosas adaptaciones que se han realizado de ella en diferentes medios. Una obra musical no tardó en llegar y Victor Fleming se haría cargo en 1.939 de una versión cinematográfica que ha pasado a la Historia, aunque el fenómeno de Oz nunca se detuvo.
Siguiendo la estela de los grandes musicales de Broadway, en 1.975 se prepara uno con libreto de William F. Brown, quien juega con la iconografía de la leyenda al resituarla en el contexto de la cultura afroamericana moderna cambiando así a todo el reparto por actores negros; Stephanie Mills, que encarna a Dorothy, y sus compañeros son aplaudidos y la obra arrasa en todas partes. Este inmenso éxito entusiasma a Berry Gordy, jefe de la discográfica y productora Motown, y rápidamente determina llevar el musical a la gran pantalla (teniendo en cuenta lo lucrativo que está resultando el género gracias a títulos como "Fiebre del Sábado Noche", "The Rocky Horror Picture Show" o "Grease").
Pero los primeros conflictos empiezan cuando Gordy, que quiere a la joven Mills de la obra de Broadway, es asaltado por Diana Ross, la estrella de Motown, que desea interpretar el papel principal; como es obvio una Dorothy de su edad no resulta lógico, por lo que es rechazada...aunque ella, lejos de darse por vencida, logra convencer al productor Rob Cohen para que Universal se haga cargo de la versión cinematográfica. El escogido para ponerse al frente de tal desaguisado es John Badham, quien se ha hecho famoso por la epopeya "disco" de Travolta; afortunadamante se da cuenta de lo disparatado del proyecto y pone pies en polvorosa...
Y para reemplazarle no se les ocurre otro que Sidney Lumet, quien a lo largo de la década ha conseguido estrenar una obra maestra tras otra sin perder un ápice de calidad e ingenio, pero todo esto en un ejercicio de pura carambola (Lena Horne, quien da vida a Glinda, es entonces suegra del veterano cineasta); aun así el hombre se muestra entusiasmado. En la historia, escrita por un joven Joel Schumacher, el imaginario de Baum y Fleming encuentra su perfecto negativo: la Kansas original se cambia por el Harlem setentero y la pequeña Dorothy es una maestra de casi treinta años que no se atreve a dar el paso definitivo para cambiar de vida.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Así, a través de este universo de ensueño de estética "kitsch"-urbana seguimos los pasos de Dorothy y sus amigos, el león, el hombre de hojalata y el espantapájaros, por unas baldosas amarillas que cruzan el centro de Manhattan hasta llegar a la ciudad Esmeralda y el castillo del mago, situados en el mismísimo World Trade Center, el cual nunca resplandeció tanto. Esa es la baza de un film que traiciona los códigos de la gran obra de Baum y que no tiene vergüenza a la hora de bombardearnos con momentos tan absurdos y disparatados que si no estuvieran acompañados de toda la virtuosidad técnica resultarían harto abochornantes.
Como resulta su plantel, compuesto por varios actores de la obra de Broadway y encabezado por una Diana Ross de preciosa voz pero pobres cualidades interpretativas (¿quién se quiere creer que ésta es la virginal Dorothy del cuento?...yo por lo menos no); destaca entre todos, además de ese Richard Pryor que demanda más papel, un joven Michael Jackson dando vida al espantapájaros antes de iniciar su carrera en solitario, que fue de lo más elogiado de la película (no sé yo por qué, oigan...).
Así es, fue tal el fracaso de taquilla de "El Mago" que no sólo le cerró las puertas a Ross como actriz, sino que significó el carpetazo definitivo al "blaxploitation", tan exitoso en los '70.
Lumet, por su parte, no pudo cerrar de peor manera una década tan buena para él; como fan suyo y no tan fan de los musicales pocas virtudes puedo señalar de esta fallida megaproducción (salvo las técnicas) que para muchos es una obra de culto.
Desde la pequeña Harlem neoyorkina a la imposible Oz. Dorothy se prepara para un nuevo viaje...el que esté a gusto de todos ya es otra cosa...
La legendaria novela que L. Frank Baum publicó hará ya unos 120 años ha sido llevada a todos los rincones del Planeta y traducida a innumerables idiomas; dudo que haya alguien que no conozca "El Maravilloso Mago de Oz", aunque es verdad que si hoy continúa en el imaginario colectivo es también gracias a las muchas y famosas adaptaciones que se han realizado de ella en diferentes medios. Una obra musical no tardó en llegar y Victor Fleming se haría cargo en 1.939 de una versión cinematográfica que ha pasado a la Historia, aunque el fenómeno de Oz nunca se detuvo.
Siguiendo la estela de los grandes musicales de Broadway, en 1.975 se prepara uno con libreto de William F. Brown, quien juega con la iconografía de la leyenda al resituarla en el contexto de la cultura afroamericana moderna cambiando así a todo el reparto por actores negros; Stephanie Mills, que encarna a Dorothy, y sus compañeros son aplaudidos y la obra arrasa en todas partes. Este inmenso éxito entusiasma a Berry Gordy, jefe de la discográfica y productora Motown, y rápidamente determina llevar el musical a la gran pantalla (teniendo en cuenta lo lucrativo que está resultando el género gracias a títulos como "Fiebre del Sábado Noche", "The Rocky Horror Picture Show" o "Grease").
Pero los primeros conflictos empiezan cuando Gordy, que quiere a la joven Mills de la obra de Broadway, es asaltado por Diana Ross, la estrella de Motown, que desea interpretar el papel principal; como es obvio una Dorothy de su edad no resulta lógico, por lo que es rechazada...aunque ella, lejos de darse por vencida, logra convencer al productor Rob Cohen para que Universal se haga cargo de la versión cinematográfica. El escogido para ponerse al frente de tal desaguisado es John Badham, quien se ha hecho famoso por la epopeya "disco" de Travolta; afortunadamante se da cuenta de lo disparatado del proyecto y pone pies en polvorosa...
Y para reemplazarle no se les ocurre otro que Sidney Lumet, quien a lo largo de la década ha conseguido estrenar una obra maestra tras otra sin perder un ápice de calidad e ingenio, pero todo esto en un ejercicio de pura carambola (Lena Horne, quien da vida a Glinda, es entonces suegra del veterano cineasta); aun así el hombre se muestra entusiasmado. En la historia, escrita por un joven Joel Schumacher, el imaginario de Baum y Fleming encuentra su perfecto negativo: la Kansas original se cambia por el Harlem setentero y la pequeña Dorothy es una maestra de casi treinta años que no se atreve a dar el paso definitivo para cambiar de vida.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Así, a través de este universo de ensueño de estética "kitsch"-urbana seguimos los pasos de Dorothy y sus amigos, el león, el hombre de hojalata y el espantapájaros, por unas baldosas amarillas que cruzan el centro de Manhattan hasta llegar a la ciudad Esmeralda y el castillo del mago, situados en el mismísimo World Trade Center, el cual nunca resplandeció tanto. Esa es la baza de un film que traiciona los códigos de la gran obra de Baum y que no tiene vergüenza a la hora de bombardearnos con momentos tan absurdos y disparatados que si no estuvieran acompañados de toda la virtuosidad técnica resultarían harto abochornantes.
Como resulta su plantel, compuesto por varios actores de la obra de Broadway y encabezado por una Diana Ross de preciosa voz pero pobres cualidades interpretativas (¿quién se quiere creer que ésta es la virginal Dorothy del cuento?...yo por lo menos no); destaca entre todos, además de ese Richard Pryor que demanda más papel, un joven Michael Jackson dando vida al espantapájaros antes de iniciar su carrera en solitario, que fue de lo más elogiado de la película (no sé yo por qué, oigan...).
Así es, fue tal el fracaso de taquilla de "El Mago" que no sólo le cerró las puertas a Ross como actriz, sino que significó el carpetazo definitivo al "blaxploitation", tan exitoso en los '70.
Lumet, por su parte, no pudo cerrar de peor manera una década tan buena para él; como fan suyo y no tan fan de los musicales pocas virtudes puedo señalar de esta fallida megaproducción (salvo las técnicas) que para muchos es una obra de culto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuatro minutos de lo que podría ser un perfecto drama social urbano, si tenemos en cuenta quien está tras la cámara, cambia en cuanto la música y los cantos toman el protagonismo.
Sin mucho preámbulo, esta Dorothy adulta y negra y su perro Toto dejan de habitar el mundo real con ese tornado que les transporta directamente al de Oz; la esencia clásica, los decorados de época y el estilo de las grandiosas obras de antaño de MGM que imperaba en el film del '39 son ahora sustituidos por "funky", "pop", "soul" y enormes escenarios de ambientación colorista, ecléctica, juguetona y escandalosamente "kitsch" donde los personajes se lanzan a vistosas y psicotrónicas coreografías.
Pero "El Mago" es, a todos los efectos, un gran cambio de registro para Lumet, quien siempre ha sido más bien austero en sus producciones y que ahora ha de enfrentarse a inmensos decorados, miles de extras, elaborados efectos especiales y un presupuesto abultado (la película se convierte en el musical más caro que Hollywood ha realizado). La falta de cordura en los diálogos de Schumacher, así como las bizarras situaciones que imagina (las burlas de los hombres-cuervo al espantapájaros o la persecución en los subterráneos, sin duda lo mejor), y la (obvia) nula lógica argumental, se compensa con el espectacular despliegue técnico y visual de la producción.
En esos gigantescos escenarios bañados por la intensidad de las luces de neón y las animadas melodías, gracias a la excelente labor en el diseño de producción, el montaje de Dede Allen, la fotografía de Oswald Morris, la puesta en escena, los maquillajes de Stan Winston y la habilidad de un irreconocible Lumet tras la cámara, quien parece un experto del género, todo cobra vida de forma mágica y cautivadora.
Desde graffitis que se transforman en personas y taxis que viajan sin pasajeros hasta los objetos más inesperados (cámaras, micrófonos, papeleras, columnas...¡todo se mueve en este Mundo!).
Sin mucho preámbulo, esta Dorothy adulta y negra y su perro Toto dejan de habitar el mundo real con ese tornado que les transporta directamente al de Oz; la esencia clásica, los decorados de época y el estilo de las grandiosas obras de antaño de MGM que imperaba en el film del '39 son ahora sustituidos por "funky", "pop", "soul" y enormes escenarios de ambientación colorista, ecléctica, juguetona y escandalosamente "kitsch" donde los personajes se lanzan a vistosas y psicotrónicas coreografías.
Pero "El Mago" es, a todos los efectos, un gran cambio de registro para Lumet, quien siempre ha sido más bien austero en sus producciones y que ahora ha de enfrentarse a inmensos decorados, miles de extras, elaborados efectos especiales y un presupuesto abultado (la película se convierte en el musical más caro que Hollywood ha realizado). La falta de cordura en los diálogos de Schumacher, así como las bizarras situaciones que imagina (las burlas de los hombres-cuervo al espantapájaros o la persecución en los subterráneos, sin duda lo mejor), y la (obvia) nula lógica argumental, se compensa con el espectacular despliegue técnico y visual de la producción.
En esos gigantescos escenarios bañados por la intensidad de las luces de neón y las animadas melodías, gracias a la excelente labor en el diseño de producción, el montaje de Dede Allen, la fotografía de Oswald Morris, la puesta en escena, los maquillajes de Stan Winston y la habilidad de un irreconocible Lumet tras la cámara, quien parece un experto del género, todo cobra vida de forma mágica y cautivadora.
Desde graffitis que se transforman en personas y taxis que viajan sin pasajeros hasta los objetos más inesperados (cámaras, micrófonos, papeleras, columnas...¡todo se mueve en este Mundo!).