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Voto de Macarrones:
7
Romance. Drama Casim (Atta Yaqub), un joven escocés de origen paquistaní, es un DJ que sueña con abrir un club con su mejor amigo. Sus padres, que emigraron al Reino Unido en los años sesenta, tienen en Glasgow una tienda de comestibles y prensa. Siguiendo la tradición musulmana, han decidido que Casim se case con su prima Jasmine. Casim tiene dos hermanas: Rucksana, la mayor, está prometida a un un joven del agrado de sus padres. Tahara, la pequeña, ... [+]
21 de diciembre de 2009
38 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algún día los caminos de Woody Allen (la comedia gafapastosa) y de Ken Loach (el drama social), aunque parezca imposible, se encontrarán. Lo sé, lo veo venir. Allen empezará a sermonear y a mandar a sus personajes a comedores de la beneficencia y Loach sacará magos, pondrá gafas de pasta a los actores y contará chistes. Esta ósmosis ya ha comenzado y «Sólo un beso» es un ejemplo, con ese arranque de perros meones y electrodos, de rubia jamona y de protagonista guapo y tímido (si no tuviera espinillas y tartamudeara un poco sería el actor perfecto para las películas del último Allen). Como esta es una película de Loach, vence el drama y se recrea en el conflicto con la autoridad (familiar y eclesiástica), pero a menudo la historia tiene una estética, una amabilidad y una alegría woodyallenescas.

La historia en «Sólo un beso» va de minorías y de la dificultad de conciliar los dogmas y las costumbres ancestrales con la mentalidad moderna. Yo, de los paquistaníes en el Reino Unido sólo sé lo que cuenta Hanif Kureishi en sus novelas (que me encantan): si en esta película hubiera más promiscuidad y más humor, podría parecer que tiene un guión de Kureishi; de los católicos en Gran Bretaña sé un poco más por razones que no vienen al caso. De pertenecer a una minoría despreciada por algunos también entiendo un poco. Por todo ello, empatizo con el conflicto que plantea Loach y me parece bien su postura y hasta su moralina, que se resume en esto: los derechos humanos son personales e inalienables, no han de tener excepciones ni subordinarse a las convenciones del grupo étnico, ideológico o religioso al que pertenezca uno. Amén.

Loach recupera un tópico que casi había desaparecido del arte europeo: el del matrimonio forzado y la defensa de la libertad de los contrayentes. Sobre este asunto se han escrito muchas novelas y obras de teatro, como las de Jane Austen o la famosa comedia de Moratín. Ahora, en pleno siglo XXI, se vuelve a plantear este problema que se creía resuelto y yo sólo espero que sea la última obra de arte que se inspire sobre semejante conflicto, porque mal vamos si empezamos a replantearnos estos temas.

Aparte de estas consideraciones, la película está narrada (en general) con buen pulso, resulta veraz y persuasiva y los actores –todos– están realmente bien. Además, el protagonista masculino (Atta Yaqub) tiene una belleza hipnótica que, sólo por eso, justifica ver la película.

De hecho, esta noche he soñado con Atta Yaqub, pero eso no puedo contarlo.
Macarrones
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