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Voto de Chagolate con churros:
8
Drama Shuichi, hijo de Shingo, un próspero hombre de negocios de Tokio, vive con sus padres y su esposa Kikuki en una confortable casa. Por las tardes, se queda a menudo en la capital, bebiendo y divirtiéndose con su querida. Kikuko aguarda pacientemente su regreso a altas horas de la noche. Shingo, hombre sabio y de talante moderno, es consciente de los desenfrenos de su hijo y compadece a la solitaria Kikuko. (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2010
50 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Shingo Ogata (Sô Yamamura) recibe una llamada telefónica.
Contesta: ¡ahí estaré!

Tras un fundido encadenado, el Sr. Ogata camina por un parque flanqueado de árboles. En el contraplano observamos a Kikuko (Setsuko Hara) sentada en un banco, al borde del camino. Ella se levanta, y tras un par de planos y contraplanos ambos se saludan. El Sr. Ogata dice:
- Demos un paseo.

La cámara de Naruse, se engancha al pelotón y con un amplio (más que largo, puesto que en contraposición con el resto de la cinta de interiores o caminos vallados, se percibe la libertad que da el otoñal parque) travelling, la cámara sigue a ambos personajes. Naruse no se olvida de los demás transeúntes que encuentran en su caminar, y la cámara se despista (como un voyeur) siguiendo por segundos a otros (quizás) protagonistas del Tokio de los cincuenta: enamorados, familias enganchadas de la mano,... y cada nuevo viandante que asoma en pantalla produce ciertas sensaciones que recoge la cámara, a los que realmente son nuestros protagonistas.

Cuando se detienen, el Sr. Ogata se sienta en otro banco después de admirar el parque. Kikuko, permanece de pie, indecisa. También apurada. El espectador ya ha detectado los cambios de su personaje, al igual que lo hizo el Sr. Ogata cuando concretó la cita telefónica con Kikuko.

Ella no tiene que decirle el motivo de la cita.
Él no pide explicaciones ni correcciones en su decisión.

Son ocho magníficos minutos de secuencia lírica donde Naruse vierte todo lo que queda. Es irónico pensar que la armonía que encontramos entre esta pareja (acrecentada por los travellings y los planos fijos que se van intercambiando meticulosamente) no existe entre los demás personajes de la película. Una pareja perfecta basada en el respeto y la integridad. Cualidades que el director percibía que se perdían en su Tokio de los cincuenta. A veces, basta una escena. Ésta, es la escena.
Chagolate con churros
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