La eclosión del cine de terror japonés, y por extensión el oriental, trajo sín lugar a dudas una oleada de originalidad o, al menos, una nueva manera de enfocar un género que el mainsream hollywoodiense había dejado en una vía muerta.

Como suele ser habitual en estos fenómenos cinematográficos, la fórmula acabó por perder toda su frescura a base de repetir esquemas y argumentos, para finalmente acabar siendo fagocitada por la industria americana que, sín piedad, se dedicará a exprimir este filón a base de remakes insulsos, presuntamente más adecuados para el gusto occidental y cuya calidad deja siempre bastante que desear.

Viendo que la moda de las chicas raras de pelos largos y los espirítus cabreados vengativos había llegado a su fín, "Nighmare detective" intenta huir de estos esquemas y pfrecer un argumento que fuera cuando menos original. Por ello se revisita de forma seria el mundo de lo onírico, tema que puso en boga la excelente "Pesadilla en Elm Street" y que desapareció de la temática en los filmes de terror, posiblemente, debido a la deriva casi humorística en la que degenró la serie de películas de Fredy Krueger.

Pero el film adolece de un problema muy grave, no sólo no asusta sino que además aburre. Y todo ello es debido a otra de esas manías del cine de terror oriental: la confusión narrativa del film. Siendo el argumento bastante sencillo nunca acierta con la tecla correcta a la hora de dar sentido a los sucesos que acaecen en pantalla. Así el film pierde demasiado tiempo en flasbacks que resultan o bien innecesarios para la trama o claramente redundantes. Tampoco ayuda el continuo bombardeo de imágenes alegóricas que pretenden impregnar de poesía al conjunto pero que confunden más que aclran, cuando no, directamente resultan del todo artificiosas y sin sentido.

Así pues, es de agradecer la intención de huir del espectáculo frívolo y de buscar un argumento que a priori pueda atraer más allá de ver adolescentes masacrados o paletos psicópatas, pero quizás a la película le sobra demasiada estética y le falta crudeza y contundencia. Todo ello conduce a la postre a que su valoración sea menor de la calidad que realmente atesora, pero es que el peso de la sensación decepcionante que produce está muy por encima del analisis frío que habría que hacer.

Lo mejor: Su vocación de sugerir más que de mostrar.
Lo peor: Sus continuas digresiones visuales y argumentales.