5 de noviembre de 2007
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La vida de los otros" funciona en dos planos bien diferenciados. Por un lado está el obvio mensaje político, el estudio (nada subjetivo ni panfletario, y ahí está uno de sus logros) del sistema autoritario de la RDA y de las posibles causas de su fracaso social; por otro, y es éste el más profundo, es un viaje a la mente de un hombre gris y obediente que comienza a plantearse si entregar su vida a un sistema y a unas ideas políticas es algo válido, si la vida es quizá algo más importante que eso, si, como le “cuentan” los dos artistas a los que observa, la única razón lícita para entregar tu vida sea sólo el amor, ni siquiera el arte, algo cuyo significado nunca ha conocido pero que irá aprendiendo poco a poco, en las conversaciones de los otros, en los libros que cuidadosamente coge de la casa de los observados o en el momento en que decide tomar partido. En este plano, la película se transforma de un film interesante a una obra hermosa y emotiva, a lo que ayuda mucho el precioso estilo formal, con una factura técnica soberbia. Con algún parecido a la obra del primer Wim Wenders, la película progresa lentamente, con sutiles movimientos de cámara, una elegante música de corte clásico y un montaje que intenta fundir en uno las vidas del agente y del artista. Es lenta, pero no pesada: sus dos horas y cuarto de duración pasan rápido, gracias al poder de absorción de la historia y de algunas ligeras gotas de humor que ayudan a relajar un poco la angustia de la historia. Y, aunque no pueda hablar más de ello ahora, el final es precioso, una especie de epílogo a la obra que la completa y la hace casi perfecta. Una gran película, en definitiva.
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