La exposición de los avatares del Padre Pío es el todo de esta película. Bueno, hay algo más. La excepcional banda sonora de Ennio Morricone que él mismo compone, arregla y dirige.
La factura de la cinta, de ajustado presupuesto, es de telefilm, con lo que trasmitir al espectador la espiritualidad del santo con estos recursos habría resultado difícil pero, ¡ay!, el magnífico trabajo del gran Morricone eleva y potencia de forma extraordinaria las numerosas escenas de gran emotividad y, para los que nos sentimos aludidos, nos conmueve íntimamente.

Antes de continuar con el asunto de la película, hago este aparte para mostrar mi sorpresa por el desconocimiento de esta gran banda sonora que, a diferencia de otros magníficos trabajos de Morricone, no la he encontrado en los varios recopilatorios que he escuchado de su obra. ¡Cómo lo siento! Es un descubrimiento.

Volviendo a la película, la vida del Padre Pío, no contiene grandes hazañas, viajes, aventuras... Es un monje cuya vida transcurre en su convento. Oficia misa y confiesa a los parroquianos. Pero este film narra el aspecto íntimo de su vida. A sus treinta años, como respuesta sorprendente a un ruego, será señalado con los estigmas de Cristo: manos taladradas y llaga en el costado. Hasta su muerte.
Su aceptación del sufrimiento, su devoción, su entrega a sus feligreses, contado con las reglas del cine, cierto es, pero aún así nos resulta muy admirable para los cristianos. Con gran intensidad se referirán algunos de los milagros que se le atribuyen y que tampoco se prodigan en número.

Además se nos cuenta cómo, ante lo inusual de su figura y la relevancia que, muy a su pesar, alcanza, la jerarquía de la Iglesia Católica se ve obligada a determinar si se trata de un farsante o de un santo. Este aspecto añade particular interés a la narración y se trata de forma cuidadosa para que se muestren sus enemigos pero también sus partidarios y no dañar así la imagen de la institución.

En conjunto, para los que creemos que Dios nos escucha, una cinta reveladora de una personalidad admirable. Para los que no, ¡yo que sé! Por lo menos les gustará la música.