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España España · Barcelona
Voto de Maximillian:
10
Serie de TV. Terror. Thriller. Intriga. Drama 9 episodios. Morir no equivale a desaparecer. En este gótico romance, una ‘au pair’ se adentra en un abismo de escalofriantes secretos... Continuación de "La maldición de Hill House" al estilo de "American Horror Story" o "Channel Zero", es decir, contando con nuevos personajes y una historia diferente. En esta ocasión, se basa en el clásico de Henry James "Otra vuelta de tuerca" (The Turn of the Screw), cuya mejor adaptación al cine, ... [+]
23 de octubre de 2020
61 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la adaptación de la primera temporada de "La maldición de Hill House" se basaba en la novela gótica homónima de Shrirley Jackson, Mike Flnagan mira para su segunda temporada a uno de los clásicos de la literatura gótica, Henry James y su novela "Otra vuelta de tuerca" para reinterpretarlo y adaptarlo, como ya hiciera en la temporada anterior.

La novela ha tenido varias adaptaciones al cine y a la televisión.

La más destacada es "The Innocents" (Jack Clayton, 1961) estrenada en España con el absurdo título de "Suspense", nos brindó una soberbia interpretación de Deborah Kerr y una historia que respetaba profundamente la esencia de la novela en toda su ambigüedad.

Del resto de la miríada de títulos que pretendieron adaptar la obra de Henry James, tan solo destacaría dos producciones españolas, "Otra vuelta de tuerca" (Eloy de la Iglesia, 1985) que presentaba la novedad de sustituir a la niñera por un antiguo seminarista, dándole al relato un tono aún más turbador, y "El celo" (Antoni Aloy, 1999), una ópera prima que supo mantenerse relativamente fiel al original y nos permitió contemplar a la mítica Lauren Bacall en una de sus últimas interpretaciones.

Existe una curiosa precuela de la historia de la mansión de Bly que narra las supuestas perversiones de la pareja compuesta por el criado y la primera institutriz, interpretados por un frenético y desinhibido Marlon Barndo y una sufrida Stephanie Beacham, titulado "Los últimos juegos prohibidos" (The Nightcomers", Michael Winner, 1971), tan solo recomendable como rareza y curiosidad.

Existen también varias adaptaciones televisivas, la de John Frankenheimer, de 1959, con Ingrid Bergman en el papel de la institutriz, la de Dan Curtis en 1974, que enfatizaba los aspectos terroríficos de la historia, la de Ben Bolt en 1999, con Colin Firth, la versión producida por la BBC en 2009 y la italiana "Il mistero del lago", también de 2009. Todas ellas adaptan el relato con cierta efectividad, aunque ninguna destaca por ningún acierto específico.

Ante este cúmulo de adaptaciones, Mike Flanagan repite las constantes que le hicieron triunfar en la temporada anterior, una irreplochable factura técnica, esplendida iluminación, música sobrecogedora sin estallidos y destacable participación actoral, entre los que destacan algunos veteranos de Hill House, como Carla Gugino, Henry Thomas, Oliver Jackson-Cohen, Kate Siegel y una excelente Victoria Pedretti, en esta ocasión, en el papel protagonista.

A nivel argumental, supone un gran acierto evocar lo esencial de la novela original, la dicotomía entre la realidad de las apariciones fantasmales o su creación por una mente distorsionada, sin pretender reproducirla.

Por lo que, manteniendo la base de la historia de la niñera, los niños y las presencias perturbadoras, desarrolla una nueva historia de personajes condicionados por sus propios traumas del pasado, atrapados en la mansión encantada de Bly, pero también en su propia perturbación.

Al igual que en la primera temporada, la estructura de ésta, dedica cada capítulo a la presentación de los personajes, presentando su historia, sus recuerdos, su memoria y como, a partir de determinado momento, la maldición de Bly, cuyo origen conoceremos en el penúltimo capítulo, va distorsionando lentamente esos recuerdos y fragmentando su memoria, hundiéndolos cada vez más en el fondo de si mismos, hasta hacerles perder su personalidad, su esencia y su autonomía, hasta que acaben perdiendo sus propios rasgos físicos, al mismo tiempo que su identidad.

Por esa razón, más allá de los cliffhanger de cada capítulo, de esporádicas apariciones fantasmales y de la tétrica atmósfera de la mansión, esta temporada no causa el terror de la primera, porque el drama de los personajes no radica en una amenaza exterior, sino en el fondo de si mismos y en su relación con su entorno y sus seres queridos, en el dolor de la pérdida, de la decadencia, del olvido y del drama de dejar de existir.

Como muy bien razona la narradora de la historia, cuando uno de los personajes le increpa:

- Esto no es una historia de fantasmas, es una historia de amor.

Ella responde:

- ¿Acaso no es lo mismo?
Maximillian
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