Entre lúdica y tétrica, la propuesta de A. Vohrer sabe combinar ambas bazas para presentar una película sugerente y cáustica en la mejor línea de la parodia.
Entretenida, desenvuelta, osada y dotada de enorme dinamismo, el enredo argumental se complace en su propia espiral y la exprime adornándola con una sutil dosis de misterio para extraer todo su potencial.
Deliciosa comedia negra dirigida con maestría que hace honor al texto de E. Wallace y que nos permite disfrutar, una vez más, aunque en un papel secundario, del singular K. Kinski.