Episodio que responde a las características propias de las anteriores entregas de M. Shayne y que representa el último capítulo dirigido por E. Forde antes de que H.L. Leeds asumiera el testigo.
Como siempre la acción trepidante envuelve la trama para lucimiento del mítico detective cuya capacidad de persuasión invita a perdonar de buen grado las ingenuidades del argumento que siempre tienden a favorecer el éxito de su investigación.
Dinamismo, intriga y una mezcla de buen humor y misterio que incluso en nuestros días resulta muy agradable.