Estupenda filmación mexicana que sabe desenvolverse con soltura en el intenso dramatismo de un argumento que acepta el reto de hacer asequible lo sobrenatural.
La película es sutil, atractiva y posee capacidad de fabulación.
El guión de R. Obón, inspirado en B. Stoker, aporta una atmósfera de misterio de manera que un punto de intriga se instala en el patio de butacas desde el comienzo.
Y aunque presenta algunos detalles de cierta ingenuidad a los ojos actuales, en los años cincuenta debió suponer un auténtico paradigma del miedo.
Ofrece detalles valiosos, tomas brillantes de una cámara virtuosa y siempre mantiene una cadencia de ritmo que refuerza el vigor de la historia.

Resulta excelente la interpretación de G. Robles, caracterizado como aquél que se acuesta a los gallos cantar.