Con el-extraño-reclamo de tener diez minutos de su metraje a Oliver Stone haciendo de padre payasete se estrena un nuevo falso documental que peca mucho más de lo primero que de lo segundo. Lo de siempre, psiquiátricos abandonados con fantasmagóricas presencias peor logradas que los teatrillos de Iker Jiménez en su Cuarto Milenio.
Nada, mala y de las peores.
Lo mejor: No se hace demasiado larga, aunque tarda más de la mitadde su breve metraje en arrancar rodando eso, papá payaso y mamá recauchutada loca como una cabra.
Lo peor: Está todo demasiado visto. Y en general mejor.