La idea de filmar un fresco sobre el país se le ocurrió a Pino Solanas cuando una nueva generación de argentinos se preguntaba -a fines de los noventa- sobre las razones por las que su país ingresaba al siglo XXI con un 25 % de desocupados y un 60 % de pobres e indigentes afectados por el hambre o enfermedades curables. Así, planificó cuatro largometrajes independientes entre sí pero unidos por el tema de la Argentina: de las consecuencias del modelo neoliberal a las alternativas de un nuevo proyecto capaz de recuperar los derechos de todos a la esperanza y la dignidad.
De esta forma nacieron "Memoria del saqueo" (2002/2004), un análisis de las políticas del poder, y "La Dignidad de los Nadies" (2005).
Pensada como el segundo eslabón de una tetralogía, "La Dignidad..." registra y rescata la enorme humanidad de los anónimos nadies, empujados por la crisis a realizar pequeñas tareas solidarias de resistencia cotidiana. El filme otorga rostro y voz a seres habitualmente ausentes de los medios de comunicación. La cámara los acompaña en su búsqueda de trabajo, en sus esperas y protestas; comparte la cocina de sus casas o las tiendas de los campamentos, tratando de recuperar sus experiencias y sentimientos.
Los relatos se obtienen recorriendo comedores barriales y comunitarios, hospitales, panaderías y otras iniciativas sociales creadas por los vecinos para dar respuesta a la pobreza y al hambre. Se incluyen las fábricas recuperadas por sus ex trabajadores que vuelven a ser activadas o la lucha de las mujeres chacareras que, ajenas a los asuntos bancarios o políticos, fueron capaces de organizar un vigoroso y original movimiento de resistencia para frenar más de mil remates judiciales. En busca de un registro fiel, se utilizaron cámaras chicas con menor calidad de imagen pero que permiten un acercamiento más natural y espontáneo.

Solanas afirma que los movimientos y la tensión de la cámara son como los trazos de un pintor. Esto se nota en algunas escenas privilegiadas del film, donde la exacta iluminación apoya un clima afectivo y un tono intimista, como sucede con el personaje de Margarita, la cartonera a quien la miseria expulsó del Chaco y llevó a Buenos Aires con su familia a cuestas.
La voz en off se utiliza a fin de conectar episodios y tiene la particularidad de pertenecer al director que, además, apela a la cadencia de las coplas populares para relatar algunos tramos, retomando la tradición del payador. Allí es reconocible la convicción del director de apoyarse en lo más genuino de una literatura nacional que en su momento encontró en el Martín Fierro de José Hernández una literatura donde las masas populares del momento podían reconocerse. Esto no implica que caiga en un formato anacrónico sino que respira actualidad, la que habitualmente queda fuera de nuestros sentidos y de nuestra conciencia.

(sigo en spoiler por falta de espacio)