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Voto de Capitan Ahab:
5
Drama. Romance Angela Chiaromonte, la hija de un conde italiano que muere al caer de su caballo, podría heredar una gran fortuna, pero su hermana mayor se queda con todo y la deja en la pobreza. Afortunadamente, ella está comprometida con el apuesto oficial Giovanni Severini, pero este es capturado por los árabes en una expedición a África. Dedicando su vida a su memoria, Lillian se convierte en una monja, sin saber que su amante se ha escapado de sus ... [+]
12 de marzo de 2017
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Preciosa, aunque nunca sexy sino angelical, la dulce estampa de Lillian Gish es uno de los fenómenos más irresistibles del melodrama mudo de Hollywood. No hay que perdérsela en las obras esenciales de Griffith, o en El Viento de Sjostrom, o en La Boheme, de Vidor. Pero cuando ya se han visto esas, resulta regocijante acercarse a títulos menos lucidos, como éste, donde asume el papel de monjita, que, naturalmente, le viene a medida. En esta película de Henry King encontramos algunos momentos que, aunque se adivinan fabricados a propósito para impactar, pueden entrar a formar parte de la antología de maravillas interpretativas de Gish, como la secuencia donde se queda literalmente tiesa al recibir la noticia (falsa) de la muerte de su novio, o aquella en que extiende los brazos hacia el retrato del que cree muerto, como si le pidiera que saliera para abrazarla, para finalmente acercarse a besar la pintura, bañada en lágrimas. Ciertamente, solo en los códigos antinaturalistas del viejo cine mudo resulta aceptable e incluso regocijante una estilización tan grande. La película en su conjunto resulta excesivamente prosaica, repleta de rótulos que cortan la narración, y desde luego, la historia es de otra época. Gish se encuentra presa del juramento religioso que ha hecho al creer que su novio Ronald Colman había muerto en Africa y cuando se presenta por sorpresa ante ella, tras un breve tiempo prisionero, los guionistas de Hollywood tiene que exprimirse el coco un poco más de lo normal para que el final cumpla los cánones. Y en ese caso, parece que toca echar mano del concepto sacrificio.
Capitan Ahab
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