Pues a ver, Woody Allen ya retrató a gente con supuestos problemas económicos y en paro viviendo en pisos gigantescos en el centro de Manhattan y donde un señor te abre la puerta de tu edificio vestido de botones. Con eso no tengo problema a priori.

Luego está que el director me quiera encasquetar la historia de dos pijos de Nueva York con sus problemas de alta sociedad como que uno está secretamente enamorado y que juegan a recitar de memoria operetas de Gilbert y Sullivan.

Parece una película hecha por y para el equipo que ha participado en ella y para agradar a cierto sector de población muy concreta. Jóvenes judíos ricos que se frustran por motivos románticos. Muy Gossip Girl o cosas así. Eso sí, los diálogos escritos por alguien que no quiere que sepamos de qué narices están hablando los personajes. Así parece todo más "cool". Si no lo entiendes, es que esta película no es para tí, osea.

Yo, la verdad, no puedo empatizar con un personaje que es un niño bien y que sufre porque su padre ha sido condenado por corrupto y ya no le puede llamar para que le pase la paguita. Más interesante sería que el hijo reniegue de su padre y se pusiera a buscarse el pan. Que los hijos no tengan la culpa de los males de sus padres corruptos, vale, pero antes de que los pillara la policía no se quejaban.

Creo que planean una segunda parte de esta película que gira sobre las dudas de qué regalo de cumpleaños comprarle a uno de los amigos. Que no sabéis qué drama.