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Voto de JuanCádiz:
5
Bélico En 1944, tropas aliadas procedentes del Norte de África desembarcan en Anzio (Italia). Después de explorar el terreno, el corresponsal de guerra Dick Ennis (Robert Mitchum) y el cabo Rabinoff (Peter Falk) le comunican al General Lesley (Arthur Kennedy) que el camino a Roma está completamente despejado. A pesar de ello, Lesley, en lugar de dirigirse a la capital, intenta levantar una fortaleza en la costa, que será sitiada por los alemanes. (FILMAFFINITY) [+]
28 de noviembre de 2008
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Mitchum encarna a un corresponsal de guerra; Dick Ennis. Este personaje protagoniza prácticamente los 117 minutos del total de la cinta. Un tipo crucial, ya que generales y brigadas poco hubieran hecho en la batalla si no hubiese estado por allí el periodista para guiar y aconsejar a los máximos dirigentes del bando aliado en cada acción del choque. Y eso que él pasa de armas; sólo intenta descubrir, para satisfacer la curiosidad propia, porqué el hombre siente necesidad de quitar la vida a otros hombres. Y no dudará en colocarse en primera linea de fuego para averiguarlo.

Para la película llamarse "La batalla de Anzio" bien poco nos han contado Dmytryk y Coletti de lo que realmente dio de sí aquel episodio bélico-histórico. Quien no esté muy puesto en lo referente a la segunda guerra mundial, con el film poca duda despejará. También es verdad que una obra inspirada en una operación militar auténtica no está obligada a contarnos con pelos y señales el rumbo de tal suceso. Pero el título queda pretencioso. Parece querer abarcar la totalidad del acontecimiento. Y no resulta así. Vemos el desembarco de las tropas en Anzio, las peripecias del periodista, y el paseo triunfal de las tropas por Roma a la conclusión. Nos perdemos toda la batalla.

Por otro lado, "La batalla de Anzio" ó "Un periodista con mucha marcha" como yo la llamaría (por quedarle grande el título), sirve perfectamente como estandarte del cine clásico bélico. Desdramatiza una barbaridad. Nada que ver con los cinco minutos que invierte el cine de hoy en la muerte de cada muchacho. Aquí se tratan a los soldados como lo que son; carne de cañón. En el momento que alguien muere, no hay ni una triste "despedida". Dos segundos después de caer, la cámara lo olvida por mucho plano que chupara en vida.
Digamos que antes el género se trataba de manera más fría. Los soldados no parecían tener vida propia fuera de la guerra. No había flashback del pasado para conocer más de ellos. El cine era más de tipo duro; pitillo en la comisura de los labios y ni una lágrima. El que muere, muerto se queda sin más.

La película, al margen de todo, flojilla.
JuanCádiz
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