Garrel, con su estilo parsimonioso y pausado nos entrega esta singular obra en donde los anhelos se confunden con los medios empleados para alcanzarlos. Inocencia salvaje relata la historia de un artista que se corrompe, sin saberlo, y corrompe a los suyos fusionando su vida con la ficción de sus propias tinieblas mentales.

Culpar al director y guionista de estas transformaciones sutiles sería obviar el papel concreto que tienen, por ejemplo, el productor ejecutivo de Inocencia Salvaje: un mafioso que sabe manipular en pos del comercio más bajo. Por otro lado, la actriz protagónica de esta peli que se lee así misma creando un meta texto tampoco es inocente de nada: su descenso a los infiernos de un mundo fingido la envuelven en un manto de oscura realidad del que ya no puede salir, pero ella misma decidió abandonar lo que era, abandonar a los suyos para esta travesía, quizás, sin retorno. La peli se divide claramente en dos: la primera mitad y la segunda, cuando la obra empieza a rodarse. La primera hora se vuelve un poco densa, los hechos se suspenden dentro de un ritmo parco en el que resulta muy dificil mantener la atención, mientras que la segunda mitad se eleva considerablemente colocando a esta peli en el lugar de privilegio que merece.

Un 7, 5; porque se pudo compactar mucho más y mejor. No obstante, Inocencia salvaje nos expresa con alarmante parsimonia una degradación humana general. Y todo en nombre del arte.