Colagrande (el apellido más gracioso desde que tengo memoria) nos revuelve la paciencia con A Woman. Las causas de esa impaciencia son claras: su estilo, o el estilo de la peli, o las dos cosas porque están relacionadas y se complementan. Estamos ante un relato intimista que utiliza el entorno, una Italia vaporosa y esteparia, como símbolo del estado de ánimo esquivo de la protagonista. De ella sabemos lo justo y necesario para justificar la trama, el resto se apoya en un ejercicio de estilo tan peculiar como moroso y falto de variables tonales. Acá lo difícil es mantener la atención, porque la parsimonia inicia y acapara tiempos y ritmos. Cuando la obsesión toma forma el ritmo permanece inmutable y la base del drama, precipitar el argumento a partir de una mente precipitada, no se consolida, persiste en sus formas iniciales asentando un rasgo de estilo que en la peli ya no se justifica.

A Woman es el retrato fiel de la obsesión por una firma, un sello propio, en desmedro de variables o recursos necesarios para sostener la propuesta.