Pues vayamos a tomar café, que estos "cafeteros" han sabido salir bien parados, aún teniendo varias cartas que perder.

Lo primero que amenaza en Jugar con fuego es su temática, sumada al contexto. Todo podría haber caído en el peor de los culebrones tele novelescos de siempre. Esa mezcla de cursilería y de personajes estampados más por su tradición genérica que por sus visos de verosimilitud. Si bien la serie no se independiza del todo de los viejos cánones sabe lidiar con otros estilos (thriller/policial) que otorgan diversos matices a la propuesta.

Es de rescatar el papel de Fabrizio, o más bien de un guión sensato que lleva a un personaje de ser eje nodular de la trama a mero disparador de todas las ensaladas que se propuso armar (spoiler). Jugar con fuego es, ante todo, una serie de esencia coral sin protagonista definido; en donde se prioriza desenrollar el rollo lo más verídicamente posible por sobre el rescate típico de voluntades particulares.

Mediante una puesta en escena muy sobria, esta temporada de desenlace cerrado quiso mostrar su mejor cara. A mi gusto, hubiera sido una trama "redonda" si se concluía en 8 episodios. Allí, quizás, el melodrama se coló por la ventana; facilitado por exigencias comerciales de duración.