Bill Nighy compone con aplomo y maestría el epílogo de un ex espía o espía en barbecho llamado Johnny Worricker, acompañado de un elenco notable como en las anteriores entregas; algunos repiten otros non cual pimientos de Padrón.
Se agradece especialmente la forma veraz de componer la trama sin apenas violencia y pirotecnia, lo que redunda en un mayor realismo formal y estético. Las idas y venidas huyendo del control del MI-6 son suficientes para darnos a entender la tensión con que vive nuestro protagonista y su pareja.
Bremner y Fiennes están estupendos cada uno en su rol, especialmente este Prime Minister calmado y volcánico a la vez que clava el mayor de la saga Fiennes.
Pero el grueso de los elogios debe de ser sin duda para el gran Bill que enamora con su flema y temple ante cualquier envite, y que transmite una ternura inmensa con sus minúsculos ojitos a sus amores imposibles -su pareja y su hija-.
En resumen es una trilogía gozosa para los que aprecien el cine británico, pero cuidado con los que piquen pensando en películas de espías a lo Tom Cruise porque saldrán decepcionados.
Nota: 6,45.