A pesar de ser una película relativamente modesta, consiguió un éxito internacional, posiblemente porque se situó en la estela de del boom del neorrealismo italiano de Rossellini y del propio De Sica, muy en boga en esos años.

El film trata el estado de la educación en la Italia de la posguerra. Una enseñanza muy rígida, en la que las clases están separadas por sexos, no hay clases mixtas, incluso los chicos representan a chicas en las representaciones teatrales, y por supuesto cualquier alusión al sexo es un tema tabú.
La bella Pier Angeli, en su debut cinematográfico, de unos 17 años por entonces y que tendría gracias a esta película una exitosa pero efímera carrera (“Marcado por el odio”, entre otras) es Mirella, la alumna enamorada de Franco (Gino Leurini). De Sica es el profesor viudo, comprensivo, educado y elegante que aprecia a Lois Maxwell (luego sería la secretaria de James Bond en varias películas), con la que comparte ideas renovadoras y abiertas.

No hay que olvidar el contexto y la época en que se realizó. Tanto la puesta en escena como la dirección de actores (gesticulantes, exagerados) son algo rudimentarios. La excepción son Vitoria de Sica y Lois Maxwell, a los que se les notan las tablas y su profesionalidad, es decir, que son verdaderos actores. A los demás, parece dejarles libertad absoluta e improvisaciones, sobre todo a los chicos.

La película es de mensaje inequívoco, no en vano está dedicada al niño, como se dice al comienzo. Lo mejor son las escenas de De Sica y Maxwell, junto con algunos exteriores y el suspense final. Y por supuesto, el descubrimiento de Pier Angeli.

En definitiva, una película emotiva, con tono de denuncia, con arranques de melodrama, cercana al neorrealismo más suave, con una dirección tosca que nos sirve como documento del mundo de la adolescencia y su sistema educativo en el año 1949.