La cámara, con gran sutileza, se acerca y se aleja, rodea a los personajes, como la mente del espectador que quiere saber que piensan, que siente, porque actúan así. Las caras de los actores no son atractivas, en especial la de la madre, pero expresan tan bien todos los sentimientos que estás deseando verlos continuamente en pantalla. Pero el director lo sabe y envuelve al espectador con un entorno natural, esas vacas que parecen cómplices, de manera que te sientas como participando en la historia en el espacio y en el tiempo. El plano secuencia en el que el protagonista llega al aula de su madre buscando a Bara y después esta sale con la cámara siguiéndola para encuadrar a los dos y después a la madre es extraordinario. Aunque fuera solo por este momento vale la pena ver la película. La música es a la vez la música que ellos estarían oyendo o cantando y sirve para esos momentos en que no habría silencio en la historia. Por otra parte los sonidos del campo y del aula son tan auténticos que participas de ellos. En suma, una buena película de las que me gustan.