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Voto de Daniel Carpintero:
9
7,2
18.405
Thriller. Ciencia ficción
En un Londres del futuro, la detective Karin Parke (Kelly McDonald) y Blue (Faye Marsay), su experta compañera en nuevas tecnologías, investigan una serie de misteriosas muertes con una conexión siniestra con las redes sociales. (FILMAFFINITY)
23 de octubre de 2016
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thriller. Otro género más que aterriza junto a este amalgama en la tercera temporada de Black Mirror. Tampoco decepciona. Cumple y con muy buena nota. A no ser que ya esté yo muy sesgado por el sello Black Mirror al inicio y en los créditos de cada capítulo, la verdad que ningún episodio de los nuevos se queda a mal nivel. Como de los antiguos (incluido "El momento Waldo", sí, debo ser un fan muy sesgado ya...).
Investigación policial y Twitter ardiendo son los dos temas en torno a los cuales gira este episodio casi el doble de largo que el resto: un auténtico largometraje de 90 minutos que bien podría considerarse una película en sí misma. Y proyectarse en cines. Por qué no.
Investigación policial y Twitter ardiendo son los dos temas en torno a los cuales gira este episodio casi el doble de largo que el resto: un auténtico largometraje de 90 minutos que bien podría considerarse una película en sí misma. Y proyectarse en cines. Por qué no.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una periodista aparece asesinada en su casa, y lo primero que vemos es que la investigación va a ser llevada a cabo por dos detectives contrapuestas en su relación con las nuevas tecnologías. Buen contraste el aquí pretendido entre la protagonista - declarada "patosa" de las redes sociales y que se muestra siempre escéptica y escasa de conocimientos de los últimos adelantos técnicos - y su "sombra" o ayudante - una "friki" de las redes y de todas las formas más vanguardistas de tecnología. Esta dicotomía entre ambas hace que se complementen a la perfección, pues mientras que una se centra en lo que es una investigación clásica, entrevistas con sospechosos y conocidos, búsqueda de información de los mismos, análisis de las diferentes hipótesis posibles... la otra le da siempre el enfoque tecnológico, prestando atención a todo lo que se publica en redes sociales, por ejemplo.
Y claro, esto es Black Mirror y tirar la investigación por el lado de las redes sociales y del uso desmedido de la tecnología de vanguardia parece que va a tener premio. Resulta que así es, las muertes - a la primera le van sucediendo varias - se producen en gente que ha sido tendencia en Twitter por algo negativo, con el hashtag de odio #DeathTo. Digamos que ése es el móvil de los crímenes. Pero es que además, el medio utilizado son una abejas electrónicas que, patentadas a medias entre una gran empresa privada y el Gobierno, sobrevuelan por todas partes del Reino Unido, sustituyendo a las abejas de verdad que estaban extinguiéndose.
Aquí vemos otro de los temas tratados en este extenso capítulo: el de la ciberseguridad, y cómo un sistema tan enorme (y como vemos potencialmente tan peligroso) puede ser hackeado por una sola persona (eso sí, había trabajado para ellos previamente) en no sabemos cuánto tiempo, pero no parece que demasiado. No parece del todo realista... ¿o sí? Como Black Mirror juega con hipótesis futuras, de momento no lo sabremos. Pero la amenaza está ahí, o podría estarlo a medida que los sistemas informáticos o electrónicos en red van ganando poder a un ritmo mayor que seguridad.
Por otro lado, resulta que descubrimos que el Gobierno utilizaba a las abejas para controlar a la población con sus cámaras y sensores, aparentemente para garantizar mayor seguridad ciudadana. El debate de toda la vida "control versus seguridad". Este exceso de control al que tenían acceso las abejas facilita el trabajo al hackeador, que puede seleccionar fácilmente a sus víctimas con reconocimiento facial.
En definitiva, muchos temas interesantes se tratan aquí, como también es lógico al tratarse de un capítulo más extenso. Todo se ve potenciado por esa apoteosis final en la que mueren cientos de miles de personas: todas aquellas que habían utilizado alguna vez el hashtag maldito para meterse furiosamente con alguien. Veámoslo también como un toque de atención para hoy en día, que tantos y tantos ciudadanos utilizan Twitter de forma diferente a como se comportarían en la vida real, y con el amparo de la libertad de expresión cometen abusos dialécticos a diario. Una masa de odio, un odio nacional. La intención del asesino es conseguir que la gente se responsabilice de sus actos en las redes sociales. Veámoslo como tirón de orejas de Brooker para que reflexionemos sobre este comportamiento que muchos tenemos justo ahora, en este momento de la sociedad en el que vemos esas fluctuaciones asombrosas en Twitter cada día, llenas de odio o de euforia desmedidas. El golpe final de quitar de enmedio a todos aquellos que han participado en ese juego de odio, ya es pasarse demasiado. Al menos al final se da a entender que el asesino es capturado tiempo después, gracias a la ayudante de la protagonista.
Y claro, esto es Black Mirror y tirar la investigación por el lado de las redes sociales y del uso desmedido de la tecnología de vanguardia parece que va a tener premio. Resulta que así es, las muertes - a la primera le van sucediendo varias - se producen en gente que ha sido tendencia en Twitter por algo negativo, con el hashtag de odio #DeathTo. Digamos que ése es el móvil de los crímenes. Pero es que además, el medio utilizado son una abejas electrónicas que, patentadas a medias entre una gran empresa privada y el Gobierno, sobrevuelan por todas partes del Reino Unido, sustituyendo a las abejas de verdad que estaban extinguiéndose.
Aquí vemos otro de los temas tratados en este extenso capítulo: el de la ciberseguridad, y cómo un sistema tan enorme (y como vemos potencialmente tan peligroso) puede ser hackeado por una sola persona (eso sí, había trabajado para ellos previamente) en no sabemos cuánto tiempo, pero no parece que demasiado. No parece del todo realista... ¿o sí? Como Black Mirror juega con hipótesis futuras, de momento no lo sabremos. Pero la amenaza está ahí, o podría estarlo a medida que los sistemas informáticos o electrónicos en red van ganando poder a un ritmo mayor que seguridad.
Por otro lado, resulta que descubrimos que el Gobierno utilizaba a las abejas para controlar a la población con sus cámaras y sensores, aparentemente para garantizar mayor seguridad ciudadana. El debate de toda la vida "control versus seguridad". Este exceso de control al que tenían acceso las abejas facilita el trabajo al hackeador, que puede seleccionar fácilmente a sus víctimas con reconocimiento facial.
En definitiva, muchos temas interesantes se tratan aquí, como también es lógico al tratarse de un capítulo más extenso. Todo se ve potenciado por esa apoteosis final en la que mueren cientos de miles de personas: todas aquellas que habían utilizado alguna vez el hashtag maldito para meterse furiosamente con alguien. Veámoslo también como un toque de atención para hoy en día, que tantos y tantos ciudadanos utilizan Twitter de forma diferente a como se comportarían en la vida real, y con el amparo de la libertad de expresión cometen abusos dialécticos a diario. Una masa de odio, un odio nacional. La intención del asesino es conseguir que la gente se responsabilice de sus actos en las redes sociales. Veámoslo como tirón de orejas de Brooker para que reflexionemos sobre este comportamiento que muchos tenemos justo ahora, en este momento de la sociedad en el que vemos esas fluctuaciones asombrosas en Twitter cada día, llenas de odio o de euforia desmedidas. El golpe final de quitar de enmedio a todos aquellos que han participado en ese juego de odio, ya es pasarse demasiado. Al menos al final se da a entender que el asesino es capturado tiempo después, gracias a la ayudante de la protagonista.