Es innegable que como película la cinta de Haneke es irreprochable, y no seré yo quien lleve la contraria: buenísima ejecución, escenas con cámara fija memorables, interpretaciones maravillosas... se trata de un filme que estaría rozando el 9 (o el 9 largo). Sin embargo, dada la dureza, el impacto, la zozobra que ha causado en mí su mensaje, su temática, su desarrollo, me veo obligado a bajarle 2 puntos.

En el plano técnico casi perfecta. En la vertiente emocional la encuentro demasiado deprimente, demasiado sin sentido, demasiado decepcionante. Quizá sea por el momento vital que atravieso (no demasiado optimista, o al menos con serias dudas acerca del optimismo), pero me ha resultado muy frustrante, angustioso, y no pongo más adjetivos porque prefiero no darle muchas más vueltas, la visión de la vida, la vejez, el amor (ésta parte es, sin duda, la más bonita de la película) que se da en la película.

Coincidiendo paralelamente en el tiempo, y aunque de temática diferente, tenemos El lado bueno de las cosas - la vi hace dos semanas -, la cual ante una situación difícil (no sé si se pueden comparar una ruptura con una enfermedad terminal de la vejez) plantea otro enfoque, con una visión más optimista que (repito, en este mi actual momento vital) me resultó mucho más esperanzadora. Mucho más alegre.

Y no sé vosotros, pero yo vivo para estar alegre (aunque el dolor nos rodee, eso ya lo sabemos)