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Voto de Piano y yo:
10
8,4
34.677
Cine negro. Intriga. Thriller
En la ciudad de Los Angeles un agente de una compañía de seguros (Fred MacMurray) y una cliente (Bárbara Stanwyck) traman asesinar al marido de esta última para así cobrar un cuantioso y falso seguro de accidentes. Todo se complica cuando entra en acción Barton Keyes (Edward G. Robinson), investigador de la empresa de seguros. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto esta película 2 veces, una hace 10 años y otra ahora mismo, y en ambas veces me ha parecido una obra maestra, de 10, -y eso que hay que perdonarle algo, que indico en el spoiler-.
Nos muestra de forma magistral, tras indicarnos quien es el asesino en el minuto 5, un intercambio de golpes a tres bandas:
1º.- Entre un inseguro vendedor de seguros, Fred MacMuray, en principio inteligente, -aún cuando pronto empeora y empieza a tomar decisiones con otra parte de su cuerpo que no es exactamente el cerebro-;
2º- La realmente fea, pero, -he ahí su misterio-, tremendamente seductora Barbara Stanwyck, -me seduce más verla con toalla que con tobillera-, que "sólo" sabe asesinar a todos los que la rodean, y
3º.- El simpatiquísimo y gran actor Edward G. Robinson, -encargado de descubrir los posibles timos que pueda sufrir la compañía de seguros, con el fin de cobrar la en este caso doble indemnización-, y que riega la película con sus investigaciones, fruto de la experiencia tras 20 años descubriendo engaños ajenos -es un gran acierto que la peli nos indique como ha sido la vida amorosa de Robinson, -hace mucho tiempo que estuvo a punto de casarse y nada más...-.
La historia está llena de aciertos, -gigantesco flash back inicial, que no hace que la atención del espectador decaiga-, relación de admiración mutua entre el jefe Robinson y su empleado MacMurray, marido asesinado que no parece muy agradable, -no ama a la Stanwyck, que es su segunda esposa, según ella él es un borracho y la pega; además este marido trata bruscamente al pobre vendedor de seguros, solo ama a su hija Lola -fruto de un anterior matrimonio en el que la primera esposa también murió en unas circunstancias nada claras y con la Stanwyck de enfermera-.
Los diálogos, como siempre en Wilder, son fantásticos y te atrapan desde el primer momento.
La escena del asesinato del marido, enseñando sólo la cara de la Stanwyck, es impagable, ya que el espectador nota que la película narra, ante todo, como ella es una auténtica víbora al lado del inocentón de MacMurray.
La derivación del afecto de MacMurray, que tras caer en las garras de la Stanwyck, sólo se ve consolado por la compañía de la hija del fallecido, la dulce Lola -Jean Heather-, la cual está demasiado llena de problemas al no sentirse querida por su impulsivo novio -Nino Zachetti-, como para descubrir a los asesinos, pese a ser la primera que duda de la Stanwyck.
Y Wilder acaba la película con un diálogo que, con todos los honores, ha pasado a la historia del cine, cosa que ya le ocurrió con las frases finales de Con faldas y a lo loco, de Bésame tonto, con las escenas finales de Ariane y de Sabrina… -ver spoiler-. Gracias Billy Wilder, para mí, también eres una especie de Dios.
Así que apaguen esta crítica y enciendan el televisor: Música maestro.
Nota 10 de 10.
Nos muestra de forma magistral, tras indicarnos quien es el asesino en el minuto 5, un intercambio de golpes a tres bandas:
1º.- Entre un inseguro vendedor de seguros, Fred MacMuray, en principio inteligente, -aún cuando pronto empeora y empieza a tomar decisiones con otra parte de su cuerpo que no es exactamente el cerebro-;
2º- La realmente fea, pero, -he ahí su misterio-, tremendamente seductora Barbara Stanwyck, -me seduce más verla con toalla que con tobillera-, que "sólo" sabe asesinar a todos los que la rodean, y
3º.- El simpatiquísimo y gran actor Edward G. Robinson, -encargado de descubrir los posibles timos que pueda sufrir la compañía de seguros, con el fin de cobrar la en este caso doble indemnización-, y que riega la película con sus investigaciones, fruto de la experiencia tras 20 años descubriendo engaños ajenos -es un gran acierto que la peli nos indique como ha sido la vida amorosa de Robinson, -hace mucho tiempo que estuvo a punto de casarse y nada más...-.
La historia está llena de aciertos, -gigantesco flash back inicial, que no hace que la atención del espectador decaiga-, relación de admiración mutua entre el jefe Robinson y su empleado MacMurray, marido asesinado que no parece muy agradable, -no ama a la Stanwyck, que es su segunda esposa, según ella él es un borracho y la pega; además este marido trata bruscamente al pobre vendedor de seguros, solo ama a su hija Lola -fruto de un anterior matrimonio en el que la primera esposa también murió en unas circunstancias nada claras y con la Stanwyck de enfermera-.
Los diálogos, como siempre en Wilder, son fantásticos y te atrapan desde el primer momento.
La escena del asesinato del marido, enseñando sólo la cara de la Stanwyck, es impagable, ya que el espectador nota que la película narra, ante todo, como ella es una auténtica víbora al lado del inocentón de MacMurray.
La derivación del afecto de MacMurray, que tras caer en las garras de la Stanwyck, sólo se ve consolado por la compañía de la hija del fallecido, la dulce Lola -Jean Heather-, la cual está demasiado llena de problemas al no sentirse querida por su impulsivo novio -Nino Zachetti-, como para descubrir a los asesinos, pese a ser la primera que duda de la Stanwyck.
Y Wilder acaba la película con un diálogo que, con todos los honores, ha pasado a la historia del cine, cosa que ya le ocurrió con las frases finales de Con faldas y a lo loco, de Bésame tonto, con las escenas finales de Ariane y de Sabrina… -ver spoiler-. Gracias Billy Wilder, para mí, también eres una especie de Dios.
Así que apaguen esta crítica y enciendan el televisor: Música maestro.
Nota 10 de 10.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El único defecto de la película, que ya indican otras críticas, es que si el marido muere estrangulado, ¿cómo no se descubre ello en la autopsia y pueden pretender los asesinos que creamos que ha muerto lanzándose desde un tren en marcha?. Es un defecto importante, pero la película es tan bella como la en principio no atractiva Stanwyck, de modo que se lo perdono totalmente.
Frase final:
MacMurray: No acertaste quién era el criminal porque lo tenías demasiado cerca, lo tenías al otro lado de la mesa.
Robinson: Te equivocas, lo tenía más cerca, y se lleva la mano al corazón, indicando que le quiere. –Que gran papel el de Robinson, y que bien interpretado-. Yo, sin duda, le hubiera dado un Oscar.
MacMurray: Yo también te quiero.
Y Robinson le da fuego para que se fume el último pitillo de su vida.
¡Menudo final, por Dios, películas con finales así hacen que amemos más el CINE!.
Frase final:
MacMurray: No acertaste quién era el criminal porque lo tenías demasiado cerca, lo tenías al otro lado de la mesa.
Robinson: Te equivocas, lo tenía más cerca, y se lleva la mano al corazón, indicando que le quiere. –Que gran papel el de Robinson, y que bien interpretado-. Yo, sin duda, le hubiera dado un Oscar.
MacMurray: Yo también te quiero.
Y Robinson le da fuego para que se fume el último pitillo de su vida.
¡Menudo final, por Dios, películas con finales así hacen que amemos más el CINE!.