Con este encabezamiento no pretendo hacerme el gracioso; más bien responde exactamente a la sensación de fascinado desconcierto que me ha producido esta película. Como si, por debajo del entrecruzamiento de las historias, el director apuntara a alguna otra cosa. He leído con más o menos atención algunas de las críticas. Prácticamente todas se extienden sobre aspectos técnicos o elogian el virtuosismo del director. O, dicho con otras palabras, se quedan mirando el dedo y no aquello a lo que apunta. ¿Cómo es posible - pongo por caso - que nadie parezca haber reparado en las reiteradas apariciones del número 11? Una cifra que no sólo aparece en el título, sino que es el número del piso al que acude uno de los protagonistas antes de dirigirse a la habitación 1111. ¿Casualidad? Lo dudo, pero si alguien quiere saber más sólo tiene que escribir el nombre “Rick Clay” en Google.
Y esto por no hablar de las reiteradas apariciones de aviones comerciales en vuelo rasante, en obvia alusión al 11 de Septiembre; de nuevo el “11”.
Por otro lado, según he averiguado, "11 minutos" es también el título de una novela- que no he leído- del escritor místico brasileño Paulo Coelho, novela que trata al parecer del sentido sagrado del sexo, así como de la prostitución. Y por último, last but not least, los rituales de sangre de máximo nivel de la Fraternidad Illuminati - ¿les suena Alcàsser por casualidad?- también están presididos por el 11.
Con lo cual no pretendo haber explicado esta película, que para mí continúa siendo un enigma. De momento sólo dos cosas tengo claras: que esta obra rebosa simbología por los cuatro costados en espera de ser descifrada, y que los críticos, con toda su verborrea, se aclaran aún menos que yo.