La tragedia de William Shakespeare nuevamente representada en el cine esta vez desde la visión de Joel Coen, que logra compenetrar una curiosa mezcla entre la parte teatral y la cinematográfica, si se piensa en ambos apartados, la película está completamente llena de las dos, interpretaciones y diálogos totalmente teatrales, sin embargo, la cámara, sus movimientos y ángulos se acercan totalmente al cine.

La reconocida historia de ambiciones políticas y anhelos de poder en esta ocasión tienen el papel principal a Denzel Washington que realiza una labor enorme, lo mismo que su contraparte Frances McDormand, quienes a pesar de mostrarse en interpretaciones teatrales como se mencionó anteriormente, se muestran fluidos y completamente de lleno en sus papeles.

Coen teje una propuesta minimalista, fotografiada con un blanco y negro en ocasiones de gran expresionismo donde las imágenes tienen una fuerza abrumadora. Dentro de la parte visual hay que mencionar que el realizador también juega a lo largo del metraje con las transiciones entre secuencias, aprovechando distintos recursos intentando ofrecer cierta continuidad visual.

Coen también deslumbra en aquellas secuencias donde ambición ya ha hecho mella psicológica en el protagonista, con interesantes momentos visuales-oníricos muy llamativos, sin olvidar por supuesto, las intervenciones de la bruja (Kathryn Hunter) que son de los puntos más altos de esta película.

Ahora, la forma en como está realizado el largometraje, da claras cuentas de que no es una obra sencilla de ver y que exige un poco al espectador, si a eso se le suma el estilo idiomático utilizado, propia de la época en que fue escrito, se vuelve aun mas complejo, tanto para nativos del idioma como para quienes lean subtítulos.

Más cine en:

https://www.facebook.com/1024CdC/