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Voto de Gustavo Gordillo:
8
Serie de TV. Drama Serie de ficción en la que tres diferentes actores interpretan al argentino Diego Armando Maradona (1960-2020) a lo largo de su vida y prolífica carrera; desde sus humildes comienzos en el barrio bonaerense de Fiorito, partido de Lomas de Zamora, y pasando por su carrera como futbolista en el Barcelona y el Napoli, entre otros acontecimientos destacados de su vida. Además, la serie mostrará su papel clave en la victoria de su selección ... [+]
4 de noviembre de 2021
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera cosa: van cinco episodios, hasta ahora.
Segunda cosa: cuando se toma un personaje de las dimensiones históricas, míticas y afectivas de Diego (Otro podría ser Eva, otro: Perón. O cualquier personaje que haya brillado de cuna –es decir: desde que ganó el conocimiento público- a tumba y haya sido amado y odiado con simétricas intensidades. En caso de que haya, claro.), cuando se toma a un ser de esas características, el resultado sólo puede ser o maravilloso o una redonda bosta. Ese debe ser el metro patrón. Y digamos que en la distancia entre el pútrido excremento y la maravilla, esta producción se acerca a lo más alto.
Digo: está MUY bien.
Las actuaciones, las interacciones, el guión, están sumamente ajustados a lo que debería ser una biopic de una entidad tan monstruosamente popular como es el Diego. No es sencillo que uno pueda, como espectador y amador u odiador histórico de Maradona, identificar a los distintos actores con el personaje: virtud principal de la dirección de actores, de los actores y del guión. Hasta Lanzani (de muy buena perfomance) haciendo de Cysterpiller es creíble, como es creíble la relación de afecto entre Diego y él.
Pepe Monje y Claudio Rissi, en dos momentos de Chitoro, están brillantes. Están bien las Claudias, están bien los Cóppolas, están bien las Totas (Mercedes Morán y Rita Cortese: ¡Qué vivo!). Grandinetti da mucho más viejo de lo que era Menotti, pero zafa.
La inclusión de fragmentos documentales y ficcionados para contar en paralelo lo que pasaba en el país es muy atinada y saludable (opinen lo que opinen los eunucos odiadores, a quienes les molesta sobremanera que se incluya al peronismo, a las madres de Plaza de Mayo o las referencias no simpatizantes de la Dictadura. Uno supone que les molesta mucho también que la serie hable de Maradona, pero no se animan a tanto): recordemos, acá nomás, a “Sandro”, donde pasaba toda la década del ’70 sin referencia política alguna, como si el Gitano y sus fans hubieran vivido en Australia.
Ahora, los “defectos”:
Por supuesto, como buen producto cinematográfico, es incapaz de ficcionalizar un partido de fútbol o alguna acción en un campo de juego de modo medianamente creíble. Cada vez que lo hacen –pocas, por suerte- la pantalla chirría hasta el aturdimiento.
Lo que no puede no notarse son algunos anacronismos inexplicables (por obvios, por increíblemente estúpidos): nadie de las barriadas populares –y probablemente de ningún sector de la Argentina- hacía “fuck you” (“el gesto del dedo”) en la década del ‘70 o del ’80. Aquí, para esa clase de insultos, solían utilizarse ambas manos. Nadie, tampoco, utilizaba el término “gato” como insulto: eran más efusivas y multisilábicas las imprecaciones. Y solían implicar distintas relaciones humanas. Se podría argumentar que Amazon produce para el mercado internacional: sigue sin ser estrictamente necesario y le quita pertenencia. Por otra parte, este es un comentario desde la Argentina.
El otro defecto que ya ha sido largamente señalado –y por cuyo comentario espoileado se corre el peligro de desechar la serie de cuajo- es, también, un anacronismo inentendible.
Pasa así: cuando los “cazatalentos” de los “cebollitas” conocen por vez primera a Diego (muy bien Juan Cruz Romero), al que han tenido que regalarle la plata del viaje para que vaya “a probarse”, descreen de su edad. Lo hacen decir en qué año nació y cuántos años tiene: el chico dice que nueve y que nació en 1960. No hay que ser muy avisado para ubicar la acción en 1969. La escena es larga y explícita. Termina cuando le dicen que vaya al día siguiente pero con el documento (tanto para ficharlo como para cerciorarse de la edad). En la siguiente escena, inmediata, se ve al mismo pibe entrando a la casa con un bolso –indicio de salto temporal: ya ha firmado, ya está entrenando- y en la casa están todos afligidos porque acaba de morir Perón. Es decir, están en 1974. Hay, como decía, un indicio de “salto temporal” (el bolso) pero… ¡es lo único que ha cambiado!: el pibe es el mismo, Chitoro y Tota están iguales, la casa es la misma. ¿¿¿5 años representados por “un bolso”???
Absolutamente inexplicable el descuido. Se podrá argumentar que Diego era físicamente igual a los 9 que a los 14 (un par de escenas donde le aplican inyecciones parecen hablar de problemas de crecimiento)…
¡Pero ese no es un dato que tengamos los espectadores!
Por lo que parece que Perón hubiera muerto en 1969 y presidiendo el país. No digo que esa fuera la intención de los realizadores pero… ¿A quién se le ocurrió representar una elipsis de cinco años con sólo un maldito bolso? Como decía: inexplicable.
La musicalización con “canciones de época” también es discutible: parece poco probable que en esa época y en ese ambiente se escuchara esa música.
Otro aspecto algo reprochable, aunque entendible para el show bussiness, son las escenas del descontrol sexual del joven Diego (un excelente Nicolás Goldschmidt). Los desnudos que aparecen son de nula relevancia dramática e innecesarios para la historia.
Es cierto que siempre puede resultar un placer observar las tetas de la Ricci pero…
¿A título de nada?
Lo mismo ocurre con Eva de Dominici (“Lorena Gaumont”, supuesta referencia a Lucía Galán), la amante en España de un Diego no tan eficazmente trazado por Nazareno Casero
Media pila, señores. Al respecto: las imágenes de archivo que inteligente y oportunamente se acoplan a la narración nos permite ver a al atleta Maradona. Con sólo verlo trotar al verdadero, se percibe que Casero no lo es. Nuevamente ¿Qué necesidad? Unos planos cortos lo resolvían.
Igual, se vienen cinco más: a por ellos…
Gustavo Gordillo
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