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España España · MADRID
Voto de Laura:
7
Drama Emilie (Céline Sallette) ha sido recientemente contratada por su superior, Stéphane Froncart (Lambert Wilson), como jefa de recursos humanos de la multinacional Esen por su falta de escrúpulos. Su misión es conseguir que los empleados que la empresa ya no quiere renuncien ellos mismos, y así no ser acusada de despedir a cientos de trabajadores. La estrategia de Esen es crear una serie de circunstancias adversas al trabajador ... [+]
23 de mayo de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los efectos de la crisis económica siguen estando muy presentes en las cinematografías europeas, a través de relatos sobre la desigualdad o la falta de oportunidades. En este caso, Corporate (Nicolas Silhol, 2016) pone sus miras en el departamento de recursos humanos de una potente multinacional, en el que recientemente ha sido contratada Emile, por su falta de escrúpulos. Sin duda la falta de escrúpulos es un elemento indispensable para el puesto, ya que el plan de la empresa es hacer la vida imposible a los empleados, con los que no quieren contar, para que así sean ellos mismos los que se marchen, sin tener que llegar a despedirlos. El problema es que no cuentan con que uno de sus empleados se suicide.
Con esta premisa uno cree identificar perfectamente a las víctimas (los trabajadores) y al verdugo (Emile), ya que nos lo presentan como un ser hierático, que ni se inmuta ante las súplicas del suicida. Sin embargo, con el paso de las secuencias nos damos cuenta de que las líneas entre víctima y verdugo se confunden, hasta que caemos en la cuenta de que Emile es una víctima más de un mercado de trabajo perverso. Por mucho que Emile se intente abstraer, ella no es más que un peón de la cadena. Eso sí, un peón fácil del que echar mano, que aunque al final intente expiar sus culpas, mediante un recurso de guion demasiado manido, no parece que le espere un futuro muy halagüeño.
No es habitual que una cinta aborde el tabú del suicidio, aunque recientemente una película española: La punta del iceberg (David Cánovas, 2016) tenía un argumento muy similar, con una magnética interpretación de Maribel Verdú. Pero se echa en falta una contextualización mayor de los personajes y en especial del suicida que abre la caja de pandora. Da la sensación de que los guionistas necesitan dejar fuera de plano todo lo que tenga que ver con el suicidio en sí.
Es también interesante el proceso de anagnórisis por el que transita la protagonista. Descubrir, como le sucedía a Edipo, que eres responsable de un acto detestable resulta un trago muy amargo y un recurso narrativo apasionante. El director parece ser consciente de ello e inunda la cinta de planos cortos y transiciones bruscas que ayudan a crear un ambiente asfixiante e incluso aterrador. La protagonista cada hora que pasa parece más acuciada por una conciencia que mancilla su impoluta camisa blanca, de ejecutiva de alto standing, a base de un incómodo y pegajoso sudor nervioso. Porque por mucha luz que entre por las enormes cristaleras de la empresa, la arquitectura no puede ocultar la oscuridad que allí habita.
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Laura
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