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Voto de Lafuente Estefanía:
6
Western. Comedia Látigo Smith (Garner), una mezcla de gigoló y timador, baja del tren en un pueblo llamado Purgatorio para huir de un matrimonio no deseado y, además, con el propósito de borrar un tatuaje que lleva en el pecho. Mientras espera al médico, oye hablar del enfrentamiento entre los dos magnates mineros del pueblo, ambos empeñados en contratar al turbio y mítico pistolero Swifty Morgan para que defienda sus intereses. (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No debió dar un mal resultado económico la comedia "También un sheriff necesita ayuda" (Kennedy, 1968), pues tres años después volvía a las andadas el director con otro divertido western cómico y casi los mismos actores principales. Si en el primero bromeaba con la obra de Howard Hawks, en este otro lo hace con la de Sergio Leone.
Todo empieza en un tren del que se apea Látigo Smith (Garner), jugador, mujeriego y gandul. Estamos en Purgatorio (Colorado), una ciudad que esconde bajo los cimientos de sus edificios una veta de oro que buscan afanosamente dos empresas rivales y un montón de mineros que van y vienen con sus acémilas cargadas con unas enigmáticas cajas rojas, como las de los bombones de Nestlé, solo que aquí llevan cartuchos de dinamita.
Pero Látigo tiene un problema que solo puede resolver el médico. En la ciudad solo ejerce el Dr. Schultz, el mismo nombre del protagonista de "Django desencadenado" (Tarantino, 2012). En el saloon lo encuentra jugando al billar con su maletín del instrumental, pero el paciente reclama la discreción de la consulta. Y allí acuden después de pasar por la cuadra donde se recuperan las mulas que también atiende el galeno para sobrevivir. Libros y frascos en los anaqueles, bata blanca y láminas anatómicas en las paredes. El asunto es delicado y exige la máxima confidencialidad, por lo que Látigo quiere asegurarse la discreción del médico con un pago de 500 dólares. Éste, ofendido, le recuerda que ha hecho el Juramento hipocrático. Sin inmutarse el paciente se limita a advertirle que lo matará si lo incumple. ¿La enfermedad? Un tatuaje en el pecho de grandes dimensiones que desea borrar pues lleva la leyenda "Quiero a Goldie", fruto de una noche de locura con una antigua amante.
Enterado de la inminente llegada del célebre pistolero Swifty Morgan, el manipulador Látigo hará pasar por él al ingenuo mozo de cuadras del pueblo, Jug May (Elam). Así tenemos en el papel de simpático infeliz al malvado entre los malvados de Leone. En la parte femenina interviene Plácida (Pleshette) que, contra lo que parece indicar el nombre, es un auténtico terremoto en las antípodas de las remilgadas señoritas del Oeste clásico. Pésima cocinera que usa calzones de hombre por toda ropa interior.
El argumento es interesante y bien desarrollado por el guionista y el director. Una comedia divertida y amable que pone en solfa el western mediterráneo en montones de escenas y lances. Un protagonista que solo viaja en tren o en coche de caballos, que desprecia las cabalgaduras y bebe zarzaparrilla en lugar de whisky, para postre juega (y pierde) a la ruleta y no al póker. Los caciques resultan unos Capuletos y Montescos de broma con amores de viejos que pasean en bicicleta. Abundantes y amenos diálogos en lugar de los tétricos silencios leonianos. El equívoco de la "enfermedad del pecho" de Látigo, que a todos hace pensar en la terrible tisis que espera curar aprovechando la pureza de aires del Oeste. Y la guinda, la despedida en tren de Elam que marcha a Europa para trabajar allí en los nuevos westerns. Todo un guiño.
Sumado a todo esto la impecable actuación de los actores y la excelente banda sonora, da como resultado una interesante película.
Lafuente Estefanía
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