Esta frase que entresacamos de la conversación de un niño indio con un anciano ranchero que ha sido también famoso hombre de rodeos, nos sirve para adentrarnos en la cinta. El niño ha abandonado la escuela y el hogar junto a su abuela para adentrarse y conocer la naturaleza que lo rodea. El antiguo caballista deja asimismo la vida ranchera para buscar casi lo mismo, pero materializado en un bello caballo salvaje que pretende capturar. Como era de esperar ambos se encuentran e inician una bella relación del estilo del abuelo con su nieto. Todo el el marco de paisajes de gran belleza ... y de peligros en forma de puma, oso, serpiente o tormentas.
El título de la versión española no engaña, pues trata básicamente de la amistad interracial entre los dos protagonistas, pero también con los animales del entorno. Película que busca fomentar estos y otros valores humanos, "la muerte no es el final" como se proclama al enterrar al fiel can, apta desde luego para ver en una sobremesa familiar pero que desde el punto de vista meramente cinematográfico (el que utilizamos en la valoración) resulta bastante pobre.