Como no sea por ser el color del capelo cardenalicio de la Iglesia Católica, no podemos explicarnos el título hispano de la cinta, "El jinete púrpura", pues tal color no aparece en otro sitio que en algunos celajes finales. Y es que el argumento se centra en una comunidad religiosa de lo que parece una secta cerrada e intolerante, donde el pastor tiene amedrantados a todos con su ambición y con sus sermones.
Así están las cosas cuando aparece un veterano pistolero, Jim Lassiter (Harris), que busca a los responsables del suicidio de su hermana, y allí se tropieza con Jane ¿Whisterty? (Madigan), madura propietaria del principal rancho y objeto de las pretensiones matrimoniales de uno de los prebostes de la comunidad, "Hermano Jenkins, yo dejo que me lleven pero no que me empujen". Pero ahí está el viejo Jim para arreglar las cosas, iniciando enseguida un idilio que debe romper la inercia de la costumbre: "El hábito de los años es tan fuerte como la vida misma".
El envoltorio es perfecto, ambientación, fotografía, paisajes, música, incluso la interpretación de los actores principales. Pero ahí se acaba todo, porque lo que es el contenido es viento, aire, nada. En algún momento parece querer asimilarse a su casi homónima "El jinete pálido", donde también nos encontramos con sociedades cerradas y un tanto fanatizadas, pero todo se queda en el intento y en el título.
Púrpura, púrpura ... al final no pasa de purpurina.