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Voto de Lafuente Estefanía:
3
Western Sartana presencia una matanza de una familia de mineros. Mata a los asesinos y lleva los cuerpos hasta la ciudad de Indian Creek, donde además de cobrar la recompensas por ellos, les paga el entierro. Sartana se da cuenta de que muchos habitantes de la ciudad están deseosos de quedarse con la tierra de la familia asesinada. Tercera película "oficial" de Sartana. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y tanto como va y viene este personaje, hasta una veintena de versiones lleva hechas variando actores y directores o mezclado a veces con otras Trinidades. Eso sí, siempre el mismo perfil de hombre apuesto, frío, jugador, sofisticado y distante, un prototipo que mana directamente de las obras de Leone. Y aquí se acaban las similitudes con el maestro del western mediterráneo.
El argumento es el de costumbre, llega el pistolero (Garko) se carga a todos los malos (bastante torpes encima), pone orden en el pueblo, Indian Creek, y se larga con la guapa Jasmin (Giordano). Todo a cuenta de una presunta mina de oro robada, comprada y vendida.
En esta ocasión la novedad viene de China, pues, además del banquero mafioso sin escrúpulos, el saloon está gobernado por una banda de chinos que parecen sacados de una tienda de "todo a cien". En vez de pegar tiros, el jefe del clan suelta una detrás de otra una larga retahíla de sentencias de Confucio que no sabemos qué es peor. Ahí van un par de ellas: "Quien compra arena construye muros de cristal" o "El viento acaricia al sauce que se doblega y arranca al roble que se resiste". ¡Toma ya! Para torturar en vez de hacerlo como esperábamos con la gota china, prefieren la bota malaya que consiste en introducir el pie de la víctima en una caja que lo aprieta hasta romperle los huesos. Al final hay una escena de fuegos artificiales, tal vez recordando que inventaron la pólvora y la pirotecnia. Al césar lo que es del césar ...
En fin una cinta floja en todos aspectos, solo recomendable a los seguidores de Sartana, que no debieron ser pocos a comienzos de los pasados setenta.
Vale más pasar el rato tomando unos vinos y luego jugárselos a los chinos.
Lafuente Estefanía
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