Efectivamente, el comienzo de la cinta es un calco de lo que luego se verá en "El último samurái" (2003). Viejas glorias de la conquista del Oeste desfilando alcoholizadas en circos, mostrando de ciudad en ciudad sus habilidades con las armas. De nuevo la llamada del deber y la querencia por los grandes espacios les ofrece la oportunidad de rehabilitarse y de recuperar su autoestima.
Así sucede con Jack Gaines (Denning), quien dado a la bebida es abandonado por su esposa Max (Raymond), enamorada ahora de un prudente Jim Bridges (Morgan), amigo de Jack y compañero en los números circenses y como explorador en el Oeste. Finalmente, la responsabilidad y el sentido de culpa hacen que Jack bruscamente supere el síndrome de dependencia alcohólica, recuperando de paso el amor de Max tras una heroica acción frente a los indios. Herido de bala en la misma, será curado en el campamento por su esposa que hace de enfermera ayudando del capitán médico.
Y es que sioux y cheyennes se han unido para luchar contra los nuevos tendidos de ferrocarril que van a atravesar sus tierras. La superioridad numérica de los indios creen compensarla en Whasington con el nuevo modelo de rifle Springfield de 1873 que van a entregar a las tropas. El primer fusil de retrocarga estándar adoptado por el Ejército, capaz de hacer 10 disparos por minuto. Sin embargo, en contra de lo que promete el título de la película, en la misma apenas se hacen con este rifle unos pocos disparos de exhibición. Nada más.
Esta circunstancia un poco decepcionante, unida a una interpretación de los actores poco convincente y a la repentina deshabituación alcohólica de Jack, desmerece bastante en una película en la que los movimientos de masas en los ataques indios y en los contraataques de la Caballería se resuelven con gran belleza, lo mismo que las escenas de caza de los búfalos. También merecen destacarse los toques antropológicos de la preparación para la guerra de los indios, si bien, como hemos dicho, en algunos momentos resultan cargantes.