Una comedia sencilla y con toques agridulces. Robert Carlyle, ese actor especializado en personajes canallas, vuelve a ponernos de los nervios cuando irrumpe en la vida tranquila de unos cuantos currantes que intentan salir adelante con la ayuda de aditivos tan comunes como los reality shows, las charlas alrededor de una cerveza y las fiestas de cumpleaños familiares.
Rhys Ifans, el rubio que en Nothing Hill se aprovecha del apuesto Hug Grant, es un buen hombre capaz de aguantar que le tomen el pelo sus trabajadores, pero también capaz de pasar una tarde rodeado de críos que no son suyos, porque los quiere.
Una comedia inglesa un poco menos ácida que las de Ken Loach pero casi tan buena.