Sin ser nada del otro mundo y con un guion simple y sencillo, "Sapucay, mi pueblo" es una agradable y bella película sobre los valores, la amistad, la palabra y el compromiso social. Valores que se han ido perdiendo en el mundo, y que lamentablemente cada día parecen perderse un poco mas.
La historia central gira en torno al padre Tomas (Landriscina), sacerdote de la parroquia de un pequeño y olvidado pueblo de provincia que se enfrenta al intendente que quiere cerrar la única escuela del lugar para poner en su lugar un casino. Esta decisión movilizara a los pocos y tranquilos habitantes de Sapucay para luchar, junto al sacerdote, por la conservación del establecimiento educativo.
Como dije al principio de mi critica, la película no es nada del otro mundo, no tiene un guion muy original que digamos, ni cuenta con una fotografía o un montaje destacables, ni con actuaciones memorables; pero para los argentinos que somos nativos de pueblos del interior, provoca una profunda sensación de nostalgia y es muy difícil no sentir identificación y simpatía por los habitantes de esa localidad.