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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
8
Drama. Comedia. Musical Dos actrices, interpretadas por Hélène Surgère y Sonia Saviange, que ya no están en su mejor momento, conviven en un apartamento en París.
Muy a lo Fassbinder, es un retrato duro, claustrófobico, seco y a veces patéticamente divertido.
14 de noviembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que este es uno de los comentarios más difíciles que he escrito, porque son muchas las cosas que me gustaría comentar sin tener que recurrir a la sección del spoiler y preservar sus posibles “sorpresas”, también porque soy consciente que debo resumir para no empachar y porque me gustaría señalar cosas que no tienen nada que ver con el film en sí, que es por donde comenzaré.
Es descorazonador comprobar, con el paso del tiempo, que muchos de los críticos más viajados o curtidos, que han pasado por festivales y que han tenido oportunidad de nutrirse, en rara ocasión hayan hablado del cineasta Paul Vecchiali. Los distribuidores, incluyendo los españoles, le han ignorado, es prácticamente un desconocido, como en otros países, y también muy contados son los cineastas patrios que alguna vez han hecho referencia a su persona, quizás porque tampoco le conozcan: productor de películas “off” de directores tan peculiares como Jean Eustache o Chantal Akerman, crítico, de entre otras publicaciones, “Cahiers du cinéma” y compañero de muchos de los realizadores de la “nueva ola” francesa. Parece ser que la primera retrospectiva que se le rinde en España ha sido en la XII edición del Festival de cine de Sevilla, y eso que por ahora suma, contando sus colaboraciones en televisión y cortometrajes, con casi medio centenar de trabajos. Su última película, actualmente en post producción, es “Le cancre”, con Catherine Deneuve y Mathieu Amalric.
Deprimente que haya más cineastas, que como en su caso, “la política de mercado” nos haya privado conocer sus obras y nos vendan lo que a ellos le da la gana. Pero con esto no quiero crear grandes expectativas ya que, con lo dicho, si no se ha sospechado, Paul Vecchiali no es un cine de masas, incluso dentro del círculo cinéfilo, los menos audaces, lo podrían rechazar de plano.
En el caso de “Femmes femmes (Mujeres, mujeres)” es llamativo que no utilizaran en su momento para exhibirla en otros países, el reclamo de que Pasolini cayese rendido ante ella, tanto, que para “Saló o los ciento veinte días de Sodoma” acertadamente llamó a sus dos protagonistas y colaborasen en ella: Hélène Surgére y Sonia Saviange. Hay quien este film de Vecchiali, según el programa del certamen, lo ha calificado como un “anti- ¿Qué fue de Baby Jane?”. Yo más bien lo veo como todo un tributo al Teatro del lumpemproletariado: a ratos comedia, con momentos de teatro musical y drama casi surreal, cercano a Fassbinder o a los primeros pasos en cine de Almodóvar o John Waters, y cuya influencia ha llegado hasta al actual François Ozon. Es el reverso de su amigo, Jacques Demy, creando un “musical” en blanco y negro, decadente y casi desesperado.
Ni que decir tiene que sería de visión obligada para los amantes del teatro independiente o más vanguardista y de los espectáculos de los cafés- teatro más ancestrales, con influencias de Genet o Kurt Weill, aunque más cutre, para mayor disfrute de su propuesta, modesta pero profundamente anticonvencional, creo que más que en la época que se rodó, en la que el público estaba más acostumbrado a este tipo de corriente y de “happenings” que en la actualidad.
Su estructura, formada a base de pegotones, sin limar, tiene un camino agreste, pero sumamente enriquecedor, en el que el “juego” es constante, logrando un difícil y arriesgado reto interpretativo, sobre todo por sus dos actrices protagonistas. Es casi claustrofóbica, con escasos exteriores, rodada casi en teatro directamente pero sin resultar “teatral”, peyorativamente hablando, porque no es falsa.
No sé por qué derroteros habrá ido tirando Vecchiali, pero sería interesante que se pudiera dar más a conocer, porque así muchos espectadores descubrirían que la aparente audacia actual de algunos directores no es ni nueva y posiblemente sea más naif de la de hace tiempo, quizás porque no era una pose, si no de un convencimiento, una corriente que era palpable y, los que se sumaban a ella, ya lo incluían en su forma de vida, con todas las consecuencias negativas que ello pudiera acarrear.
Maggie Smee
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