Lo cierto es que 'El libro de Catherine' no es sino el nuevo libro -y los que nos rondará, morenos- de Lena Dunham transcrito al subtexto medieval -libremente, claro, con el medievo que guste imaginar- de un discurso propio que no cogerá por sorpresa a los adeptos de la creadora de la todavía presente (al menos en el recuerdo colectivo) 'Girls', partiendo, a la vista del homónimo titulo está, del material literario de Karen Cushman.
Y como se suele decir, allá hacia donde fueres haz lo que vieres, y si a Greta Gerwig le funcionó cambiar vaqueros por faldones, Dunham retrocede unos siglos más hasta un -reconozcámoslo- quimérico y estrogenadamente positivo 1290 donde una heroína adolescente esquiva como puede los intentos paternos de endosarla a un puñado de patanes tan caricaturizados como pencos.
Si, es un cuento bidimensional. Es rematadamente plano y se le ven venir las intenciones a las dos palabras de cada línea de diálogo -de Ramsey o de ellos-. Pero no conviene olvidar que en una fábula adolescente esas taras actúan como inesperada herramienta lúdica, evasiva y altamente educativa para su público -no olvidemos esto- mayoritario:
L@S ADOLESCENTES.
A nadie le amarga este dulce que tan solo con una mirada cínica y torcida podríamos considerar empañado por un discurso tan básico de empoderamiento y feminismo como (necesariamente) irreal.
Esto no es una clase de historia, y nadie exige que funcione como tal; su objetivo es divertir sin desatender un ápice de su naturaleza esencialmente educativa.
Lo de la inclusividad a la carta es, a fin de cuentas, algo con lo que cabe contar de antemano en el cine actual tanto como hace medio siglo (o menos) lo era ver caucásicos haciendo de comanches, guerreros mongoles o con caracterización oriental.
Por no hablar de que el carisma de Bella Ramsey ('Juego de Tronos') puede mover todas las montañas de un casting incoherente y su imposible rigor histórico.
No te la tomes en serio más de lo estrictamente aconsejable: casi nada. Es el único modo de disfrutarla.