Una película que ha envejecido mal por culpa del propio género, que ha quedado relegado a producciones televisivas de canales de ciencia ficción y a subgéneros de metraje encontrado.

He de reconocer que de pequeño Deep Impact me decepcionó, y es que la vi con la esperanza de que efectivamente viera un despliegue de efectos y de extinción de la vida en el planeta Tierra digno. Mis ansias de niño muy cercanas a las de cualquier película de Roland Emmerich quedaron defraudados al comprobar que tales momentos llegaban unos diez minutos antes del final, y antes tuve que tragarme toda la película. Eso sí, menudos diez minutos con unos efectos especiales maravillosos. Luego llegaría Armageddon y saciaría algo más todo eso, aunque ahora que las veo con perspectiva casi prefiero los efectazos de esta Deep Impact a los de la otra. Puestos a morir todos que quede bonito, ¿no?

Pero ahora, vista muchos años después, uno ve Deep Impact con otros ojos, y la verdad es que le gusta bastante más. Sí, tiene cosas muy malas, y las interpretaciones son todas muy reprochables. No nos interesa casi ninguna de las múltiples historias que nos muestra Mimi Leder. No nos puede interesar menos la historia de amor adolescente (casi pre-adolescente) de Elijah Wood, y no nos importa nada la investigación de una floja Téa Leoni. Aunque bueno, viendo que todo es muy aleatorio, casi mejor que no nos importe.

Lo que sí me importó fueron sus sensaciones. Deep Impact es casi una película de terror donde se pasa verdaderamente mal. Si consigues un nivel de inmersión lo suficientemente grande verás en ella un película terrible que representa una factible realidad. Mimi Leder tampoco es que se esfuerce en mostrar un drama, pero el drama va implícito en la propia historia.

Aunque es de esas películas con las que da pereza ponerse, merece la pena.