Personalmente, me ha gustado tanto porque soy target total, pero su producción es bastante amateur. A los evidentes problemas de calidad de la cinta, hay que añadirle una serie de actuaciones demencialmente malas que incluyen desde miradas directas a la cámara hasta risas de fondo. Si no queréis sufrir todo esto, lo mejor es que nunca miréis a los personajes secundarios.

Ahora bien, todo esto acaba teniendo, para algunos, hasta un efecto positivo. Le da un carisma especial, un poco un triunfo de lo cutre, y abraza sus propios complejos. A partir de ahí, estridencias niponas que le dan ese plus para los que buscamos determinadas cosas y una historia que es atrapante desde el minuto uno, pero que como suele pasar pega un frenazo muy importante en los últimos capítulos.