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Voto de davilochi:
9
7,0
552
Drama
El cortometraje narra en paralelo dos historias: una localizada en Roma, y la otra en Sarajevo en 1994, en plena guerra de los Balcanes. (FILMAFFINITY)
7 de abril de 2011
44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas estamos ante un excelente trabajo de Ahmed Imamovic, director de la controvertida "Go West" (2005), excelente por muchos motivos. Siempre es motivo de celebración recibir este tipo de cortometrajes en FilmAffinity, más que nada porque entre otras cosas nos permiten a los usuarios adentrarnos en cines que quizás escapan de nuestros ámbitos predilectos y nos animan a explorar nuevas posibilidades.
Lo que son las cosas... ¡cuán diferentes pueden ser diez minutos de un día cualquiera del año 94 para un habitante de Sarajevo y un turista japonés en Roma! Eso es lo menos que uno piensa al ver este pequeño cortometraje. Pequeño, sí, pero muy ambicioso. Lo cierto es que su principal virtud radica en el hecho de que le bastan esos escasos diez minutos para mostrar una gigantesca tragedia humana colectiva en toda su magnitud. Ya han pasado dieciseís años desde que acabara aquel monstruoso asedio de cuatro años que tantas vidas se cobró, a parte de destruir una de las ciudades más carismáticas del continente. Hace ya casi veinte años que Kusturica alzó su voz en "Le Monde" para advertir a Europa de que su ciudad estaba ardiendo, de que no era el momento para realizar análisis políticos, sino el de actuar. El director sarajevita acabaría resignado, destrozado por el cinismo que tuvo que desarrollar para sobrevivir en su propio exilio personal, que dura desde que empezó aquella guerra maldita que los yugoslavos como él nunca quisieron.
Pero efectivamente, Bruselas estuvo del año 91 al 95 enfrascada en estériles reuniones diplomáticas y encuentros internacionales destinados a desarrollar una política efectiva respecto a lo que ocurría en los Balcanes. El propio Emir Kusturica lo decía bien claro en 1992: "Si creaís nuevos estados en el territorio yugoslavo teneís que entender consecuentemente que estaís asumiendo una responsabilidad por la sangre derramada allí, por las lágrimas de los niños, por el dolor." Poco parecía importar todo aquello en Europa, lo cual queda fantásticamente reflejado en esos 10 minutos que dura el cortometraje. A tan sólo 500 kilómetros de la capital fantasma de Bosnia nos encontramos en una de las principales capitales europeas, un gigantesco centro de servicios, un parque de atracciones abierto para el consumo de las masas venidas de todo el mundo para admirar la gloria romana; la magnificencia alcanzada por la Iglesia católica, centro mundial de la caridad y las buenas intenciones; las joyas del Renacimiento y el Barroco... Por supuesto estamos hablando de Roma, ciudad que atrae cada año a seis millones de personas llegadas allí tan sólo para disfrutar. Comprensible.
Lo que son las cosas... ¡cuán diferentes pueden ser diez minutos de un día cualquiera del año 94 para un habitante de Sarajevo y un turista japonés en Roma! Eso es lo menos que uno piensa al ver este pequeño cortometraje. Pequeño, sí, pero muy ambicioso. Lo cierto es que su principal virtud radica en el hecho de que le bastan esos escasos diez minutos para mostrar una gigantesca tragedia humana colectiva en toda su magnitud. Ya han pasado dieciseís años desde que acabara aquel monstruoso asedio de cuatro años que tantas vidas se cobró, a parte de destruir una de las ciudades más carismáticas del continente. Hace ya casi veinte años que Kusturica alzó su voz en "Le Monde" para advertir a Europa de que su ciudad estaba ardiendo, de que no era el momento para realizar análisis políticos, sino el de actuar. El director sarajevita acabaría resignado, destrozado por el cinismo que tuvo que desarrollar para sobrevivir en su propio exilio personal, que dura desde que empezó aquella guerra maldita que los yugoslavos como él nunca quisieron.
Pero efectivamente, Bruselas estuvo del año 91 al 95 enfrascada en estériles reuniones diplomáticas y encuentros internacionales destinados a desarrollar una política efectiva respecto a lo que ocurría en los Balcanes. El propio Emir Kusturica lo decía bien claro en 1992: "Si creaís nuevos estados en el territorio yugoslavo teneís que entender consecuentemente que estaís asumiendo una responsabilidad por la sangre derramada allí, por las lágrimas de los niños, por el dolor." Poco parecía importar todo aquello en Europa, lo cual queda fantásticamente reflejado en esos 10 minutos que dura el cortometraje. A tan sólo 500 kilómetros de la capital fantasma de Bosnia nos encontramos en una de las principales capitales europeas, un gigantesco centro de servicios, un parque de atracciones abierto para el consumo de las masas venidas de todo el mundo para admirar la gloria romana; la magnificencia alcanzada por la Iglesia católica, centro mundial de la caridad y las buenas intenciones; las joyas del Renacimiento y el Barroco... Por supuesto estamos hablando de Roma, ciudad que atrae cada año a seis millones de personas llegadas allí tan sólo para disfrutar. Comprensible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No obstante la cercanía hacía que a uno casi pudiera salpicarle la sangre de las miles de víctimas de la guerra de Bosnia, lo mismo podría decirse de la alpina Austria. Europa, el gran centro mundial de servicios, el continente que antaño se disputó el gobierno del mundo languidecía lentamente, orgullosa y despreocupada ante su propia molicie y decadencia que, al fin y al cabo, ha sido y será la clave de su atractivo turístico.
En este caso el chivo expiatorio es un pobre turista japonés, ajeno a la tragedia que se vive al otro lado del Adriático. Que se escogiera a un asiático no es casualidad, al fin y al cabo es el turista por excelencia, el curioso que todo lo fotografía. Y sin embargo, como digo, en esos mismos diez minutos futiles en que éste entrega su carrete para ser revelado en una céntrica calle de la capital italiana e incrédulo ante la promesa del fotógrafo de tenerlo listo en ese periodo de tiempo.
Al mismo tiempo, en Sarajevo se vive la cotidianeidad de la guerra que al haber roto toda rutina anterior crea la suya propia imponiendo su lógica del terror. Sólo "El círculo perfecto" de Ademir Kenovic ha sabido mostrar con tal maestría - pero no con tal escasez de recursos - la incertidumbre y angustia constante que acechó a los habitantes de esta ciudad. En cualquier caso la escena transcurre en lo que sería un día "normal" bajo el cerco serbio: edificios sin ventanas, fachadas machadas por la metralla y las bombas de artillería, grandes solares devastados, francotiradores, alambres de espino, coches destripados, sociedad militarizada, puestos de control de sacos terreros, etc. En estas circunstancias los sarajevitas trataron de salir adelante en medio del más precario abastecimiento de lo más básico, como serían el agua y el pan y de los bombardeos indiscriminados de la artillería serbia que tenía toda la ciudad a tiro desde las montañas circundantes.
Y, por supuesto, cuando uno menos se lo espera se encuentra con la tragedia en carne propia y con una herida que supurará en lo que le reste de vida. Mientras tanto el Sol generoso brilla en Roma, dando su calor aterciopelado a los afortunados que se encuentran en la coordenada adecuada. Tendemos a olvidar con cierta facilidad las innumerables tragedias que nos rodean diariamente.
En este caso el chivo expiatorio es un pobre turista japonés, ajeno a la tragedia que se vive al otro lado del Adriático. Que se escogiera a un asiático no es casualidad, al fin y al cabo es el turista por excelencia, el curioso que todo lo fotografía. Y sin embargo, como digo, en esos mismos diez minutos futiles en que éste entrega su carrete para ser revelado en una céntrica calle de la capital italiana e incrédulo ante la promesa del fotógrafo de tenerlo listo en ese periodo de tiempo.
Al mismo tiempo, en Sarajevo se vive la cotidianeidad de la guerra que al haber roto toda rutina anterior crea la suya propia imponiendo su lógica del terror. Sólo "El círculo perfecto" de Ademir Kenovic ha sabido mostrar con tal maestría - pero no con tal escasez de recursos - la incertidumbre y angustia constante que acechó a los habitantes de esta ciudad. En cualquier caso la escena transcurre en lo que sería un día "normal" bajo el cerco serbio: edificios sin ventanas, fachadas machadas por la metralla y las bombas de artillería, grandes solares devastados, francotiradores, alambres de espino, coches destripados, sociedad militarizada, puestos de control de sacos terreros, etc. En estas circunstancias los sarajevitas trataron de salir adelante en medio del más precario abastecimiento de lo más básico, como serían el agua y el pan y de los bombardeos indiscriminados de la artillería serbia que tenía toda la ciudad a tiro desde las montañas circundantes.
Y, por supuesto, cuando uno menos se lo espera se encuentra con la tragedia en carne propia y con una herida que supurará en lo que le reste de vida. Mientras tanto el Sol generoso brilla en Roma, dando su calor aterciopelado a los afortunados que se encuentran en la coordenada adecuada. Tendemos a olvidar con cierta facilidad las innumerables tragedias que nos rodean diariamente.