No tenía ninguna referencia de esta película francesa que se debate entre la socarronería, el humor negro-perruno y el costumbrismo (sin olvidarnos de un toque delicioso de sudor frío), realizada en 1989 por un director desconocido e interpretado por unos actores igualmente ajenos al mi conocimiento. Se llama Baxter. Lo mismo digo del gran núcleo central de la película, un can de raza que no voy a decir y que habla con voz en off. Tres familias, o tres hogares, mejor sería decir, que tienen como denominador común al dichoso animal de ¿compañía? Es difícil calificarlo como tal una vez vista la película.

Es una historia sencilla que no se anda por las ramas. Tiene ese tonillo de psico-thriller pero amable, ya digo, porque en ningún momento hay escenas gratuitas de vísceras o liquidillos de tono rojizo. El tema y el chucho darían para ello. Pero por lo menos el director huye de efectismos y unas veces nos reímos y otras nos espanta, no sólo a causa del perro: algún elemento extraño de la raza humana de corta edad llega a poner los pelos de punta.

La película se mueve entre la discreción que le dota su director y la sencillez de la misma, un poco mecánica y previsible, pero con unos acabados dentro de la lógica y justificados. Ahora vista podríamos decir que contiene elementos Haneke, y en veinte años a esta parte desde la realización de Baxter se han estrenado películas con un perfil similar. Canino, y no es por hacer el chiste fácil, es una de ellas.

Perturbadora forma de transmitir sensaciones, esta Baxter.