Media votos
7,6
Votos
3.898
Críticas
181
Listas
20
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Jordirozsa:
5
4,4
31
Aventuras. Acción. Fantástico
En la guerra entre Roma y Armenia, el brujo Aderbab crea un ejército de fantasmas, haciendo uso de sus conocimientos de magia negra. El centurión romano Gaius será enviado por Roma para investigar el caso y enfrentarse a ellos. (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo un acérrimo de los mal catalogados «péplums» («aventuras históricas de ficción»), y habiéndome encontrado con algo similar en mi tierna juventud en «Maciste all’inferno» (1962), de Riccardo Freda, me sorprendió con extrañeza y raro sabor, el encontrar esta «rara avis», dirigida por Giuseppe Vari en 1964. Por estos años culminó el género de «capa, espada y sandalias», que había sido el producto estrella para la internacionalización del cine italiano, y del que se llegaron a producir películas entre diversos países como Francia, España, Italia, Alemania y el Reino Unido, que aportaba a conocidas estrellas de sus escenarios. Sin embargo, el formato llegaba a su fin, para ser sustituido paulatinamente por los no menos famosos «spaghetti western», muchos de ellos rodados en España, y de los que el director Sergio Leone fue un gran exponente, y que precisamente debutó en 1959, sustituyendo a Mario Bonard en la realización de «Gli Ultimi Giorni di Pompeii».
Se trata de una cinta que fusiona el terror gótico con las «de romanos». La historia se sitúa en unas inciertas e inespecíficas coordenadas espacio-temporales, dentro del contexto de la época del Imperio Romano, aunque adivinamos una intencionada figuración en un lugar de cultura helénica-oriental, con tintes de caracterización (tal y como se hacía antes, claro), de los andurriales por donde merodeaban los bárbaros; en síntesis, una localización que combina varios puntos fronterizos de los antiguos dominios de los césares.
En el argumento se introducen sincretismos culturales y religiosos que abarcan desde el Norte de África, pasando por Egipto, hasta los confines de la inalcanzable Mesopotamia.
En este contexto se desarrolla la clásica estructura dramática de un relato de aventuras ambientado en el crisol de las antiguas civilizaciones, con intrigas, amoríos, pasiones no correspondidas, traiciones… tópicos de los que se insufla de dinamismo a las también clásicas y obligadas secuencias, en esta clase de películas, de escaramuzas, batallas y peleas.
En «Roma contro Roma» (aka, «The War of Zombies» en los Estados Unidos, lo que generó en su día, y todavía hoy para el «cine-arqueólogo» incauto, una falsa expectativa en lo que respecta a los monstruos de turno que se puedan encontrar en esta cinta), tenemos una mezcla de pastel romántico, misión de héroe enviado por el Senado de Roma, con todas las peripecias que ello conllevará, sazonadas por elementos esotéricos y sobrenaturales, más en el terreno de lo fantástico que del terror, que envolverán las motivaciones y acciones de los personajes, y en conjunto todo el argumento de la cinta, en la que hallaremos una sólida sub-trama en el «bando de los villanos», a la cabeza de los cuales estará el malvado sacerdote Adherbad, interpretado por el mítico John Drew Barrymore (el más, y se podría decir que único, conocido actor de todo el elenco), consagrado al culto de una bastante chunga diosa ficticia, de cinco ojos, hija de Osiris (según reza el cuento que nos ocupa).
De la factura técnica, cabe destacar la sólida partitura de Roberto Nicolosi, quién también escribió la música para «La Maschera del demonio» (1960), «Gli Invasori» (1961), «I tre volti della paura» (1963), entre otras películas, varias de las cuales se encuentran en el género de las históricas, como «La Bataglia di Marathona» (1959). Prolífico compositor que destacó tanto en el campo de la música clásica académica y el «jazz-band», Nicolosi se prodiga en demostrarnos sus conocimientos en el uso de técnicas de instrumentación sinfónica y electrónica de la época, sabiendo dibujar con el preciso recurso requerido, desde los momentos más épicos (con el despliegue del «tutti» orquestal, destacando los metales), hasta los más siniestros (con la experimentación de timbres y tonalidades), pasando por los más expresivos y románticos, en los que nada tiene que envidiar a una serenata de los románticos clásicos, para cuerdas, llenos de cromatismos y contrapuntos que realzan y acompañan las emociones, que a duras penas manifiestan unos protagonistas constreñidos por un guion parco en creatividad y soltura.
Dentro de la particular visión de la época, en lo que se refiere a la caracterización de espacios y personajes, la producción se esforzó por lograr un aspecto visual que capturara tanto el realismo histórico como el horror fantástico. Los maquillajes y los vestuarios son del tipo que podemos esperar de una cinta del estilo, en los 60, sin llegar a los ambiciosos rangos de las superproducciones de la época, pero de inusitada corrección, acorde al limitado presupuesto con el que se contaría.
Los efectos especiales resultan bastante deficientes, aún por los años en los que se podían permitir algo más elaborado; el ejército de «zombies» romanos, habría sido caracterizado con más acierto si se hubiera hecho con maquillaje (aunque caro habría salido en escenas de multitudes, como en la de la batalla final), que no intentar técnicas de superposición fotográfica. En general, el trabajo de Ubaldo Terzano es la parte paupérrima de la factura. Hasta el punto de que el ejército de «no muertos» (o «muertos revividos», mejor dicho sería), parece más de fantasmas que de «zombies» propiamente dichos. Idea que después veremos en películas como «Army of Darkness» (aka «Evil Dead 3») (1992), de la loca saga dirigida por Sam Reimi; «The Lord of Rings: The Two Towers» (2002), de Peter Jackson; o las no menos conocidas turbas guerreras de la saga de «Pirates of the Caribbean» (2003 – 2017).
Lo mejor (o menos malo) de esta aleación experimental de cine de terror «light» con epopeya de época, es la capacidad de Vari para crear atmósfera, y saber exprimir y sacar jugo de las pocas localizaciones o escenarios de los que dispone: los interiores de la villa del gobernador de la imaginaria provincia a dónde va el héroe protagonista; las entrañas de las cavernas que sirven de templo y guarida a la diosa de cinco ojos,
Se trata de una cinta que fusiona el terror gótico con las «de romanos». La historia se sitúa en unas inciertas e inespecíficas coordenadas espacio-temporales, dentro del contexto de la época del Imperio Romano, aunque adivinamos una intencionada figuración en un lugar de cultura helénica-oriental, con tintes de caracterización (tal y como se hacía antes, claro), de los andurriales por donde merodeaban los bárbaros; en síntesis, una localización que combina varios puntos fronterizos de los antiguos dominios de los césares.
En el argumento se introducen sincretismos culturales y religiosos que abarcan desde el Norte de África, pasando por Egipto, hasta los confines de la inalcanzable Mesopotamia.
En este contexto se desarrolla la clásica estructura dramática de un relato de aventuras ambientado en el crisol de las antiguas civilizaciones, con intrigas, amoríos, pasiones no correspondidas, traiciones… tópicos de los que se insufla de dinamismo a las también clásicas y obligadas secuencias, en esta clase de películas, de escaramuzas, batallas y peleas.
En «Roma contro Roma» (aka, «The War of Zombies» en los Estados Unidos, lo que generó en su día, y todavía hoy para el «cine-arqueólogo» incauto, una falsa expectativa en lo que respecta a los monstruos de turno que se puedan encontrar en esta cinta), tenemos una mezcla de pastel romántico, misión de héroe enviado por el Senado de Roma, con todas las peripecias que ello conllevará, sazonadas por elementos esotéricos y sobrenaturales, más en el terreno de lo fantástico que del terror, que envolverán las motivaciones y acciones de los personajes, y en conjunto todo el argumento de la cinta, en la que hallaremos una sólida sub-trama en el «bando de los villanos», a la cabeza de los cuales estará el malvado sacerdote Adherbad, interpretado por el mítico John Drew Barrymore (el más, y se podría decir que único, conocido actor de todo el elenco), consagrado al culto de una bastante chunga diosa ficticia, de cinco ojos, hija de Osiris (según reza el cuento que nos ocupa).
De la factura técnica, cabe destacar la sólida partitura de Roberto Nicolosi, quién también escribió la música para «La Maschera del demonio» (1960), «Gli Invasori» (1961), «I tre volti della paura» (1963), entre otras películas, varias de las cuales se encuentran en el género de las históricas, como «La Bataglia di Marathona» (1959). Prolífico compositor que destacó tanto en el campo de la música clásica académica y el «jazz-band», Nicolosi se prodiga en demostrarnos sus conocimientos en el uso de técnicas de instrumentación sinfónica y electrónica de la época, sabiendo dibujar con el preciso recurso requerido, desde los momentos más épicos (con el despliegue del «tutti» orquestal, destacando los metales), hasta los más siniestros (con la experimentación de timbres y tonalidades), pasando por los más expresivos y románticos, en los que nada tiene que envidiar a una serenata de los románticos clásicos, para cuerdas, llenos de cromatismos y contrapuntos que realzan y acompañan las emociones, que a duras penas manifiestan unos protagonistas constreñidos por un guion parco en creatividad y soltura.
Dentro de la particular visión de la época, en lo que se refiere a la caracterización de espacios y personajes, la producción se esforzó por lograr un aspecto visual que capturara tanto el realismo histórico como el horror fantástico. Los maquillajes y los vestuarios son del tipo que podemos esperar de una cinta del estilo, en los 60, sin llegar a los ambiciosos rangos de las superproducciones de la época, pero de inusitada corrección, acorde al limitado presupuesto con el que se contaría.
Los efectos especiales resultan bastante deficientes, aún por los años en los que se podían permitir algo más elaborado; el ejército de «zombies» romanos, habría sido caracterizado con más acierto si se hubiera hecho con maquillaje (aunque caro habría salido en escenas de multitudes, como en la de la batalla final), que no intentar técnicas de superposición fotográfica. En general, el trabajo de Ubaldo Terzano es la parte paupérrima de la factura. Hasta el punto de que el ejército de «no muertos» (o «muertos revividos», mejor dicho sería), parece más de fantasmas que de «zombies» propiamente dichos. Idea que después veremos en películas como «Army of Darkness» (aka «Evil Dead 3») (1992), de la loca saga dirigida por Sam Reimi; «The Lord of Rings: The Two Towers» (2002), de Peter Jackson; o las no menos conocidas turbas guerreras de la saga de «Pirates of the Caribbean» (2003 – 2017).
Lo mejor (o menos malo) de esta aleación experimental de cine de terror «light» con epopeya de época, es la capacidad de Vari para crear atmósfera, y saber exprimir y sacar jugo de las pocas localizaciones o escenarios de los que dispone: los interiores de la villa del gobernador de la imaginaria provincia a dónde va el héroe protagonista; las entrañas de las cavernas que sirven de templo y guarida a la diosa de cinco ojos,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
a su sacerdote Adherbad y al resto de secuaces; y los entornos boscosos que en su oscura nocturnidad tendrán los encuentros entre Gaius (Ettore Mani), y la esclava Rhama (Evelyn Stewart), de quien el oficial romano caerá perdidamente enamorado. Cabe mencionar, que hay varias escenas panorámicas de exteriores, en concreto las de la batalla final, que utilizan «tomas stock» del «Hannibal» (1959) de Edgar G. Olmer.
Sin embargo, el director sabe explotar el escenario de la lúgubre caverna donde el sacerdote hechicero se entrega a sus nigrománticas prácticas para crear su particular ejército de espectros, a partir de la revivificación de cuerpos de legionarios romanos caídos en una emboscada mientras transportaban los tributos a Roma, desde la remota provincia en la que tendrá lugar la historia. De hecho, el clímax del tercer acto se desarrollará en montaje en paralelo, entre la batalla que los romanos sostendrán contra la legión de muertos vivientes, y el esforzado combate singular entre Gaius y Adherbad, para desarmar a éste de su poder, después de ser capturado con ardides por el brujo, que usará a Rhama para atraerle hasta él.
El guion hilvana, por lo menos, tres subtramas: la de las intrigas políticas del corrupto gobernador Lutetius, encarnado por Mino Doro; la del pérfido Adherbad y sus oscuras aspiraciones; y sobre estas dos líneas de personajes turbios, se despliega la aventura del centurión romano protagonista, el héroe del «film». Los puntos o nexos de unión de Gaius con sus adversarios serán, respectivamente, los dos personajes femeninos con cierta relevancia en el argumento: Tullia (Susy Andersen), la esposa de Lutetius, que no disimulará sus apetitos por Gaius, y la ya mencionada esclava de la tóxica matrona, a cuyos pies caerá rendido el galán, y a la que tendrá que rescatar de los poderes de Adherbad.
El que Gaius acabe enamorado de la esclava, no responde a otra que la idea argumental clásica de que la dicha del auténtico amor se halla en los personajes humildes y/o de baja condición social, a la par que más débiles o inocentes, que suelen representar el camino de salvación o redención de los personajes principales.
En «Roma contra Roma», a pesar de contar con un héroe clásico, el auténtico foco de magnetismo actoral, por su mayor carisma, recae en el sub-argumento del personaje de John Drew Barrymore, que hipnotiza, tanto diegéticamente, a los personajes a los que somete en la película, como extradiegéticamente, más allá de la pantalla, al espectador con su buen hacer interpretativo. Pero el carácter más “humano” del personaje de Ettore Mani, lo hace más creíble que los “musculosos” e imbatibles “machos” típicos (Steve Reeves, Scott Gordon… ) de estas historias de aventuras.
A pesar de que inicialmente el ritmo narrativo es lento o poco claro, a medida que avanza el acto central, asistiremos a un eficaz «crescendo» en el compás de la marcha hasta la resolución final.
Semióticamente hablando, hay elementos «shakesperianos» (ojo, de William Shakespeare, no de Shakira), muy propios de obras como «Ricardo III» o «Macbeth» que, llevados al cine, encontraremos en ellos todavía más analogías y paralelismos con la que nos ocupa. El título norteamericano de la película, «War of Zombies», puede ser (será, con toda certeza) muy alejado de lo que la película quiere representar. Las sombrías escenas de hechizos que realiza el sacerdote nos harán evocar los rituales vudú, lo cual reforzará el carácter instrumental y temático de la banda sonora, hasta el punto de que tendremos la sensación de estar en el Caribe, que no en una provincia romana oriental.
Los diálogos, muy acartonados, son algo prescindibles en determinados momentos para el seguimiento del argumento. Aun y con un inusual, a la vez que sutil, erotismo exhibido, «Roma contra Roma» resulta en una película bastante «seca», realizada para proporcionar un nivel de entretenimiento, más o menos, pero de calidad artística considerablemente inferior.
Sin embargo, el director sabe explotar el escenario de la lúgubre caverna donde el sacerdote hechicero se entrega a sus nigrománticas prácticas para crear su particular ejército de espectros, a partir de la revivificación de cuerpos de legionarios romanos caídos en una emboscada mientras transportaban los tributos a Roma, desde la remota provincia en la que tendrá lugar la historia. De hecho, el clímax del tercer acto se desarrollará en montaje en paralelo, entre la batalla que los romanos sostendrán contra la legión de muertos vivientes, y el esforzado combate singular entre Gaius y Adherbad, para desarmar a éste de su poder, después de ser capturado con ardides por el brujo, que usará a Rhama para atraerle hasta él.
El guion hilvana, por lo menos, tres subtramas: la de las intrigas políticas del corrupto gobernador Lutetius, encarnado por Mino Doro; la del pérfido Adherbad y sus oscuras aspiraciones; y sobre estas dos líneas de personajes turbios, se despliega la aventura del centurión romano protagonista, el héroe del «film». Los puntos o nexos de unión de Gaius con sus adversarios serán, respectivamente, los dos personajes femeninos con cierta relevancia en el argumento: Tullia (Susy Andersen), la esposa de Lutetius, que no disimulará sus apetitos por Gaius, y la ya mencionada esclava de la tóxica matrona, a cuyos pies caerá rendido el galán, y a la que tendrá que rescatar de los poderes de Adherbad.
El que Gaius acabe enamorado de la esclava, no responde a otra que la idea argumental clásica de que la dicha del auténtico amor se halla en los personajes humildes y/o de baja condición social, a la par que más débiles o inocentes, que suelen representar el camino de salvación o redención de los personajes principales.
En «Roma contra Roma», a pesar de contar con un héroe clásico, el auténtico foco de magnetismo actoral, por su mayor carisma, recae en el sub-argumento del personaje de John Drew Barrymore, que hipnotiza, tanto diegéticamente, a los personajes a los que somete en la película, como extradiegéticamente, más allá de la pantalla, al espectador con su buen hacer interpretativo. Pero el carácter más “humano” del personaje de Ettore Mani, lo hace más creíble que los “musculosos” e imbatibles “machos” típicos (Steve Reeves, Scott Gordon… ) de estas historias de aventuras.
A pesar de que inicialmente el ritmo narrativo es lento o poco claro, a medida que avanza el acto central, asistiremos a un eficaz «crescendo» en el compás de la marcha hasta la resolución final.
Semióticamente hablando, hay elementos «shakesperianos» (ojo, de William Shakespeare, no de Shakira), muy propios de obras como «Ricardo III» o «Macbeth» que, llevados al cine, encontraremos en ellos todavía más analogías y paralelismos con la que nos ocupa. El título norteamericano de la película, «War of Zombies», puede ser (será, con toda certeza) muy alejado de lo que la película quiere representar. Las sombrías escenas de hechizos que realiza el sacerdote nos harán evocar los rituales vudú, lo cual reforzará el carácter instrumental y temático de la banda sonora, hasta el punto de que tendremos la sensación de estar en el Caribe, que no en una provincia romana oriental.
Los diálogos, muy acartonados, son algo prescindibles en determinados momentos para el seguimiento del argumento. Aun y con un inusual, a la vez que sutil, erotismo exhibido, «Roma contra Roma» resulta en una película bastante «seca», realizada para proporcionar un nivel de entretenimiento, más o menos, pero de calidad artística considerablemente inferior.