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Voto de Laura:
8
2016
Joey Soloway (Creadora), Joey Soloway
6,6
936
Serie de TV. Comedia
8 episodios. En Texas, un matrimonio en crisis formado por la directora de cine independiente Chris (Kathryn Hahn) y su marido Sylvere se obsesionan con un carismático profesor de nombre Dick (Bacon). A través de esa obsesión, Chris se embarca en un viaje de auto-descubrimiento. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2018
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chris, artista en plena crisis creativa, llega a un pueblo polvoriento en medio del desierto donde va a pasar las próximas semanas acompañando a su marido en un proyecto artístico. Una figura solitaria entra a caballo en ese pueblo que parece de juguete, construido para su propio lucimiento. Esa estampa propia de cualquier wéstern clásico es el origen de las cartas rebosantes de deseo que Chris dirigirá al cowboy solitario y que arrasarán el pueblo en los días siguientes.
Aunque pueda parecer paradójico, en esta serie creada, escrita y dirigida por mujeres todo, empezando por su título, gira en torno a un hombre: Dick. Dick, sus esculturas faraónicas, sólidas y tan fálicas como su propio nombre (dick quiere decir «polla») y su escenografía de John Wayne del siglo XXI. Dick y su masculinidad impostada, casi ridícula a ojos de los espectadores de hoy en día, constituyen el hilo que entrelaza a todas las mujeres que Jill Soloway nos presenta esta vez.
Discrepo absolutamente de la otra crítica que se ha publicado hasta ahora, la de Germán: "Quizás no haya sido casualidad que la mayoría [de las personas que me han recomendado la serie] fueran mujeres que se han dejado seducir por lo novedoso de una serie en la que el protagonista que pierde la cabeza por el sexo es una mujer, y por eso la serie ha sido ensalzada como una maravilla feminista". Claro que no es casualidad que esta serie la recomienden mujeres; porque han tenido que ser mujeres como Jill Soloway y Andrea Arnold las que creen un producto en el que se vean modelos de feminidad distintos de los habituales, que se expresan como sujetos de deseo (más en el spoiler), entre otras cosas. Esto es lo que pasa (afortunadamente) cuando las decisiones creativas y los medios de producción están en manos de mujeres.
Por otra parte, es una serie que no sigue los patrones narrativos clásicos y puede hacerse difícil de ver: parece más un ensayo audiovisual que una obra de ficción. Además, al igual que en Transparent, los personajes me han resultado bastante antipáticos; es difícil empatizar con ellos. En este sentido, me habría gustado que otras líneas argumentales, como la de Devon y la de Paula, tuvieran más peso; Chris puede resultar un poco cargante con sus caprichos de artista privilegiada.
En todo caso, creo que es una serie que merece mucho la pena y tiene reflexiones y momentos (e incluso un capítulo entero) brillantes.
Aunque pueda parecer paradójico, en esta serie creada, escrita y dirigida por mujeres todo, empezando por su título, gira en torno a un hombre: Dick. Dick, sus esculturas faraónicas, sólidas y tan fálicas como su propio nombre (dick quiere decir «polla») y su escenografía de John Wayne del siglo XXI. Dick y su masculinidad impostada, casi ridícula a ojos de los espectadores de hoy en día, constituyen el hilo que entrelaza a todas las mujeres que Jill Soloway nos presenta esta vez.
Discrepo absolutamente de la otra crítica que se ha publicado hasta ahora, la de Germán: "Quizás no haya sido casualidad que la mayoría [de las personas que me han recomendado la serie] fueran mujeres que se han dejado seducir por lo novedoso de una serie en la que el protagonista que pierde la cabeza por el sexo es una mujer, y por eso la serie ha sido ensalzada como una maravilla feminista". Claro que no es casualidad que esta serie la recomienden mujeres; porque han tenido que ser mujeres como Jill Soloway y Andrea Arnold las que creen un producto en el que se vean modelos de feminidad distintos de los habituales, que se expresan como sujetos de deseo (más en el spoiler), entre otras cosas. Esto es lo que pasa (afortunadamente) cuando las decisiones creativas y los medios de producción están en manos de mujeres.
Por otra parte, es una serie que no sigue los patrones narrativos clásicos y puede hacerse difícil de ver: parece más un ensayo audiovisual que una obra de ficción. Además, al igual que en Transparent, los personajes me han resultado bastante antipáticos; es difícil empatizar con ellos. En este sentido, me habría gustado que otras líneas argumentales, como la de Devon y la de Paula, tuvieran más peso; Chris puede resultar un poco cargante con sus caprichos de artista privilegiada.
En todo caso, creo que es una serie que merece mucho la pena y tiene reflexiones y momentos (e incluso un capítulo entero) brillantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como decía antes, Dick es, paradójicamente, el punto de unión de todas las mujeres de la serie: ellas lo desean, lo arropan, lo protegen, lo impulsan, lo respetan, lo imitan o lo rechazan.
En ese «lo» reside el gran valor de esta propuesta: Dick se ha convertido en un objeto. Y, para que Dick sea nuestro objeto, alguien tiene que ser el sujeto: Chris, Devon, Toby, Paula. Todas, con sus diversas circunstancias, tejen una red en torno a Dick: su deseo hacia él, la búsqueda de su aprobación tanto en el plano personal como en el profesional, la imitación de su comportamiento, el rechazo o incluso la indiferencia hacia él. ¿Es absurdo que todo gire alrededor de él? Bueno. ¿Qué tal sienta, Dick? ¿Qué te parece eso de ser el espejo en el que nos reflejamos para expresar nuestro propio deseo? ¿Qué tal es ser el muso que da título a nuestra obra? La Laura de Petrarca, la Grace Kelly de Hitchcock y… ¿el Dick de Chris?
De eso va I love Dick, de la reivindicación de la mujer como sujeto de deseo y como sujeto artístico (extraordinario en este sentido el capítulo 5). Dick solo es un pretexto. Ni siquiera importa. La propia Chris lo explica en una de sus cartas: «no me importa cómo me veas. No me importa si me deseas. Prefiero que no lo hagas. Me basta con desearte».
Cuéntame, Dick, ¿qué tal sienta estar en este lado?
En ese «lo» reside el gran valor de esta propuesta: Dick se ha convertido en un objeto. Y, para que Dick sea nuestro objeto, alguien tiene que ser el sujeto: Chris, Devon, Toby, Paula. Todas, con sus diversas circunstancias, tejen una red en torno a Dick: su deseo hacia él, la búsqueda de su aprobación tanto en el plano personal como en el profesional, la imitación de su comportamiento, el rechazo o incluso la indiferencia hacia él. ¿Es absurdo que todo gire alrededor de él? Bueno. ¿Qué tal sienta, Dick? ¿Qué te parece eso de ser el espejo en el que nos reflejamos para expresar nuestro propio deseo? ¿Qué tal es ser el muso que da título a nuestra obra? La Laura de Petrarca, la Grace Kelly de Hitchcock y… ¿el Dick de Chris?
De eso va I love Dick, de la reivindicación de la mujer como sujeto de deseo y como sujeto artístico (extraordinario en este sentido el capítulo 5). Dick solo es un pretexto. Ni siquiera importa. La propia Chris lo explica en una de sus cartas: «no me importa cómo me veas. No me importa si me deseas. Prefiero que no lo hagas. Me basta con desearte».
Cuéntame, Dick, ¿qué tal sienta estar en este lado?